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David Chocarro, el argentino que interpreta a "Diosito" en la versión mexicana de "El Marginal": "Bajé 20 kilos para hacerlo"

Nació en Buenos Aires. Y si bien probó suerte en varias ficciones de Cris Morena, construyó su carrera en el exterior, primero como modelo, después como actor.

Miércoles 26 de Junio de 2019

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11:15 | Miércoles 26 de Junio de 2019 | La Rioja, Argentina | Fenix Multiplataforma

Hoy, es la gran estrella de "El Recluso", la adaptación de la ficción de Underground que puede verse en Netflix. Casado con una argentina, vive en Miami, donde abrió un club de paddle

Desde pequeño actuó junto con su familia en obras infantiles. Por la crisis del 2001 decidió viajar a España y priorizar su carrera de modelo. Volvió a la Argentina y logró participar solo en bolos y pequeños papeles en los productos que Cris Morena creó. Actualmente, David Chocarro vive con su mujer y sus dos hijas, de nueve y siete años, en Miami.

Su primera gran oportunidad fue durante un casting en Televisa, cuando lo vio el productor Alberto Castro y le dijo: "Abrite la camisa". A partir de ahí, no paró más. Participó en novelas de gran éxito en el mercado hispano, pero su papel de Santito en la serie El Recluso (seria Diosito, el personaje de Nico Furtado en la adaptación de El Marginal) sorprendió a todos. Chocarro trabajó muy comprometido en la caracterización de este personaje para el cual bajó 20 kilos y requirió de una conducta con mucha disciplina.

En una entrevista exclusiva para Teleshow en pleno corazón de Miami Beach, David habla de todo. Llega distendido y vestido con ropa deportiva. A la hora de hacer las fotos, confiesa que es lo que menos le gusta hacer. Y así como admite que en la Argentina todavía no tiene un nombre, advierte que muchos compatriotas siguen "vendiendo humo" cuando afirman que ya son reconocidos en el exterior.

—¿Recordás algo de tus inicios aquí?

—Cuando llegué acá, la primera novela que hice fue Alguien te mira, y era un multiprotagónico. El lanzamiento fue como al mes de estar acá, donde las cosas son todas a lo grande: (con) alfombra roja, (un) megaevento. Y cuando salgo a la alfombra, la primera persona que me entrevista me dice: "Bueno, David, sabemos que vienes de Argentina, del éxito de Floricienta y de Malparida…". Y me empezó a hablar de cosas de la Argentina.

—¿Cómo reaccionaste?

—En ese momento yo no podía decirle: "Mirá, la verdad es que en Floricienta hice (solo) un capítulo y en Malparida hice dos…". En Casi
Ángeles fue donde estuve más tiempo: fueron tres meses con un personaje chiquito, pero que tenía continuidad. Entonces, en el momento respondí: "Sí, muy feliz acá, adaptándome a esta nueva cultura, y muy feliz por el producto". No le iba a decir la verdad. Hoy sí, la digo, porque ya pasó el tiempo y porque ya tengo otro background para contar. Pero en el momento sacaba guitarra y guitarreaba.

—¿Hay muchos actores que sacan la guitarra?

—Cuando vuelven a la Argentina, sí. Parece que son Gardel y Lepera, y en realidad no es cierto. Lo que pasa es que si en la Argentina ya te hiciste un nombre, es muy fácil salir a hacer eso. Yo aún no tengo un nombre ganado en la Argentina.

—¿Cuál fue el primer trabajo en el que sentiste que la actuación era tu camino?

—Fue en teatro, con mi viejo. Estudio teatro desde muy chico, medio a modo de hobby, y a modo de necesidad. Mi papá tenía obras de teatro para chicos que llevábamos a las escuelas, y nosotros estábamos siempre con él. Entonces, cuando se caía un actor, faltaba, lo que sea, mi hermano, mi hermana y yo íbamos haciendo los reemplazos. Después, en un momento dado, en las obras de teatro éramos mi papá, mi mamá, mi hermano, mi hermana…

—¿Cómo fue el proceso de saltar de una obra familiar al mercado comercial?

—Con el tiempo mi viejo se fue profesionalizando un poco más, consiguió socios, y ahí para mí vino el quiebre. Porque de ver una comedia musical mucho más producida, me empezaron a agarrar ganas también de estar ahí.

—¿Cuál fue el primer paso?

—Un día justo se cayó un actor, y dije: "Quiero audicionar". Pero mi viejo me dijo que estaban buscando gente que cantara, que bailara, titiriteros… "Quiero audicionar igual", le dije. Hice la audición y entre. Él, obviamente, y los socios, me dieron la posibilidad. Ahí puedo decirte que empecé a tomármelo de una manera más profesional. Y en paralelo, haciendo esa obra, estábamos en Recoleta, en el teatro El Pilar, Auditorio del Pilar, así se llama. Estaba volanteando, y aparece Facundo Monteverde.

—¿Quién es Facundo Monteverde?

—Facundo tiene una agencia de modelos muy grande. En ese momento él se estaba abriendo solo, entonces se me acerca y me dice: "Creo que vos podrías laburar de modelo, ¿te interesa?". Me mandó a un casting, y quedé. Antes de eso no sabés cómo remaba: vendía las obras de teatro, iba a las escuelas, y vivíamos ajustados. Cuando empiezo a laburar en publicidad, era el auge de la publicidad en ese momento. En 2002 me voy a Italia por la crisis, por todo el desastre del corralito. Y laburar a una discoteca.

—¿Cuál era tu trabajo en la discoteca?

—Vender imagen. Fue medio gracioso, porque un amigo mío, Ale Giveri, me dijo: "Llamó Caro Laursen para ir a Italia, acá está todo parado. Si vos vas, yo voy, si no, no voy". "Y bueno, dale, vamos", le dije. Era un viernes, y el domingo estábamos en Italia, por tres meses. Y esa Caro, Carolina, es hoy mi esposa; también es actriz, escritora, y ahora da clases de teatro y produce.

—¿Cuándo decidiste regresar a tu país?

—Volvimos a Buenos Aires en 2003. Y ahí laburamos muchísimo en publicidad, hasta 2006.

El productor me dijo: ‘¿Te podés abrir la camisa para ver cómo estás?’. Me saco la camisa y me dijo: ‘Bueno, el lunes empezás’
—¿Cómo llegó tu primer papel internacional?

—A raíz de los comerciales. Hice muchos para diferentes países de Latinoamérica: Perú, Ecuador, México. Siempre te ponían un
coach para ver si manejabas el acento, para no tener que doblar el comercial. Un día me llama el coach que había estado conmigo y me cuenta que en ese momento Cris Morena estaba produciendo un par de productos para México, que estaban grabando en la Argentina, y que todos los bolos y las cositas chiquitas las completaban con actores argentinos que hablaban neutro. Ahí empecé a hacer bolos… Paralelamente, justo ese año, 2009, empecé a chatear por Facebook con un publicista peruano que me había visto en Utilísima. Nos juntamos, y empezó a conseguirme audiciones en México para Azteca, en Miami para Univisión. En un casting, me ponen a improvisar con Dalilah Polanco, con África Zavala, todos nombres muy conocidos en México. Termino de improvisar, y viene Jose Alberto Castro, que era el productor, y me dice: "¿Te podés abrir la camisa para ver cómo estás?". Me saco la camisa y me dijo: "Bueno, el lunes empezás".

—¿Cómo llegás a Miami?

—Estuve nueve meses, eso les sirvió a mi publicista y a mi actual mánager para empezar a promoverme. Consiguieron notas con diferentes medios de México y de Miami, hasta que me convocaron de Telemundo para el coprotagónico, el antagónico de El fantasma de Elena, con Segundo
Cernadas. Me saco el pasaje para Miami, voy al hotel, hago el casting y me dicen que no. A la semana me llaman: "Te quieren para ser el chófer". Mi publicista quería rechazar la oferta, pero yo le dije que no importaba que fuera de chófer, lo único que quería era que me conocieran. Finalmente no lo hice.

—Y luego de la convocatoria negativa, ¿cómo seguiste?

—A los diez días me vuelven a llamar, y me dicen que me quieren volver a ver para un multiprotagónico para Alguiente mira, con Rafael Amaya,
Christian Meier, Dana García. Me mandan la escena, grabamos en casa con Caro y con mi viejo. Eso fue un miércoles; el viernes me mandaron el contrato, y el domingo viajé.

—¿Alguien te mira fue tu primer gran trabajo y también tu gran oportunidad?

—No, luego llegó La casa de al lado. Allí me tocó interpretar un personaje doble, hermanos gemelos, uno de ellos era cuadripléjico, Leonardo, y ese personaje fue el que me hizo despegar. La novela tiene 164 capítulos; Leonardo, literalmente, sale solo en 22.


—Recientemente participaste en El Recluso. Tu personaje, Santito, es totalmente opuesto a tu imagen. ¿Cómo fue esa experiencia?

—Feliz. Ahora que hice El Recluso me están llamando a full.

—¿Cómo te llegó la propuesta para formar parte del éxito de El Recluso?

—Siempre tuve muy buena relación con Marcos Santana (presidente de Telemundo Studios), y un día me agarra después de un ensayo: "¿Viste El Marginal?". "No, todo el mundo me dice que está buenísima". "Bueno, mirala, y después hablamos", me contestó. Llego a casa, miro el capítulo 1, y le cuento: "Está buenísimo, me encantó. Ya me ilusioné". A lo que me responde: "No, no, tranquilo, porque estoy pensando en actores de Hollywood, actores que ya hayan roto fronteras, que estén triunfando allá, y va a haber actores de mucho peso, de cine. Pero yo necesito que vos la mires completa para que me hagas una devolución, porque vos entendés bien los dos mercados. La quiero adaptar, y después me gustaría hacerte varias preguntas".

—¿Cómo un asesor?

—Sí. Y la verdad que me dio en el hígado. "La puta madre…", dije. Pero hice la tarea, tardé diez días. Me costaba digerir el hecho de verla y de tener que dar una opinión para que la hiciera otro. Después de que la vi, lo llamo. Estuvimos hablando una hora y media, le di mi bajada, mi devolución y luego de todo ese tiempo charlando, le digo: "La verdad que me fascina, me parece que Santito es una bestia". Y ahí me contesta: "Bueno, yo quisiera
que vos seas Santito". Ahí empecé a llorar. Para el casting todavía no estaba definido cómo iba a ser Santito, pero bueno, yo me empecé a meter en el mundo más marginal de México, a investigar, empecé a entrenar. Y cuando fui a la audición ya me había hecho la prótesis, me afeité el pelo, me había pintado tatuajes. Yo propuse que estuviera súper flaco, hecho mierda. A mí me encanta lo que hace Nico Furtado (en la versión original de El Marginal), pero todavía lo veo muy modelo. El personaje está brillante, pero me cuesta verlo consumido.

—¿Cómo hiciste para bajar 20 kilos?

—Empecé a comer 1.000 calorías diarias. Bajaba de a un kilo, un kilo y medio. Lo hice lo más balanceado posible, me hice dos estudios en el medio para ver que estuviera todo bien.

—¿En cuánto los bajaste?

—En dos meses.

—¿Y cuánto tiempo duró el rodaje?

—Fueron tres meses.

—¿Tres meses con 1.000 calorías diarias?

—Ahí metía 1.000 calorías y por ahí después de seis, siete días, comía normal; después volvía a la dieta. Durante la grabación, una sola vez fui a comer con los actores al comedor; me quedaba solo comiendo palmitos o atún. Es muy loco, porque muchos actores con los que nunca había laburado y con los que hoy sigo en contacto me dijeron: "Tenías un ego enorme, para mí eras creído". Y yo no es que fuera creído, estaba tan metido y estaba re cagado de llegarle (al personaje). Porque además, había mucha presión.
Marcos me llamó un día y me dijo: "Mira lo que es esto,  David, Santito es la estrella del proyecto, ¿lo tienes claro, no?".

—¿El Recluso te reposicionó a nivel actoral?

—A mí siempre me valoraron la marca actoral, pero nunca como con El Recluso. Me dio todo. Y te cuento algo muy loco: aún no la vi. La pasé tan bien haciéndola, fue un viaje tan groso, que sentía que si la veía por ahí me iba a desencantar o iba a empezar a encontrarle cosas.

—¿Ser lindo cuanto sumó o modificó a tu carrera?

—No sé si modificó tanto, pero sí había mucho movimiento. Cuando a nivel mediático empecé a estar en las listas de los 10 más bellos, los 15 más sexis, los 25 no sé qué, los cuerpos del verano… era un momento muy espumante, esto de ir a cualquier lado "y David de acá". Y cuando dije que
no a eso, mucha gente se ofendió, o sea, el publicista con el que laburaba: "¿Cómo vas a decir que no? ¿ Vos estás loco?". Y me sirvió para limpiar mucha gente. Que después seguí limpiando. Y hoy te digo que estoy viviendo un poco la carrera como me gusta.

—¿Qué hacés cuando no actuás?

—Tenemos un club de paddle en Miami. Un lugar cerradito, precioso. Hace poco fue la reinaguración de Padel Life & Soccer, ubicado en la ciudad de Hallandale Beach, al norte de Miami. Estoy a full con eso.

—¿Cómo surgió la idea de ser un empresario del deporte?

—Juego al paddle como hobby, y me lo ofreció uno de los chicos que tenía el club antes, y nos asociamos. Ya tenemos un lindo círculo de amigos, mucha gente de teatro, pero la verdad que nos pesa la falta de abuelos, de primos. Estuvimos en diciembre en la Argentina, nos fuimos con mis hermanos y mis sobrinos al sur, a Bariloche. Fueron diez días hermosos. Y cuando volvimos, para las nenas fue terrible, les pareció una novela: las primas saludándose, llorando…

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