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Los huesos de su madre en un balde de pintura: comenzará mañana el juicio por el doble crimen de los hermanastros de Pilar que también eran pareja

Leandro Yamil Acosta y Karen Klein enfrentarán al Tribunal Oral Criminal N°7 de San Isidro y a la fiscal que logró la condena al femicida Fernando Farré acusados de descuartizar al padre de Klein y a la madre de Acosta y de quemar sus restos.

Lunes 07 de Octubre de 2019

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11:52 | Lunes 07 de Octubre de 2019 | La Rioja, Argentina | Fenix Multiplataforma

En la tarde del domingo 13 de septiembre de 2015, Raúl Klein llegó enfurecido en su moto negra al portón de la casa de su hermano Ricardo en la calle Sarratea, localidad de Del Viso, partido de Pilar. “¡Yo hice la denuncia y nadie me dice nada!”, gritaba Raúl mientras exigía explicaciones. Tres días atrás, Klein, que vive a pocas cuadras, había denunciado la desaparición de su hermano, apodado “El Grandote”, de 54 años, y de su mujer, Miriam Kowalzcuk, de 50 años, conocida en el barrio como “La Gringa”, oriunda del Chaco. Raúl gritaba sin llorar por el tiempo perdido: la casa ya era una escena del crimen vallada por policías, Miriam y Ricardo ya estaban desmembrados y muertos para ese entonces, sus restos habían sido quemados, esparcidos por la casa y por la zona.

La relación de Raúl con su hermano era distante: él mismo admitía no conocer la intimidad de la familia de Ricardo. Había ido varias veces a la casa en los días anteriores, tocó timbre: Leandro Yamil Acosta, en ese entonces de 25 años, hijastro de Ricardo, hijo de Miriam, le atendía de forma esquiva, se negaba a abrir la puerta. Había llegado a oídos de Raúl que Leandro le regalaba a cartoneros de la zona lo mismo con lo que su hermano se ganaba la vida: el rejunte de hierro, botellas y cobre de “El Grandote”. Ricardo era un chatarrero con un sistema aceitado, lograba que un circuito de restaurants y clubes deportivos le regalen su basura valiosa que juntaba en una vieja camioneta Ford junto a su mujer. También era albañil y hacía changas en el barrio: él mismo construyó su propia casa, donde vivía con Miriam y su propia hija, Karen, de 22 años en aquel momento, empleada en un shopping. Les había construido un piso extra arriba para que vivan. Dos mellizos de once años, hijos de Ricardo y Miriam, completaban la familia.

Leandro Yamil y Karen, por otra parte, eran pareja.

Había un patrullero de consigna en la puerta de la casa. Dos policías de la Bonaerense tuvieron que calmar a Raúl en su monólogo enojado mientras los agitaba y exigía explicaciones. Los policías le explicaron a Raúl con cierto grado de gentileza que los restos encontrados el sábado por la noche en la casa debían ser analizados mediante una autopsia y estudios de ADN, que el día siguiente comenzarían las pericias en el lugar. El sábado por la madrugada, personal de la Policía Bonaerense bajo el fiscal de San Isidro Marcelo Vaiani allanó la casa repleta de mugre y chatarra. En un balde de pintura de veinte litros había una pelvis, un pedazo de columna vertebral, cabellos rubios que corresponderían a su madrastra.

Fuentes policiales confirman hallados en la pesquisa dos hachas y un machete, nuevos en apariencia, más ocho mil dólares y una escopeta. Fue Leandro mismo quien abrió la puerta: no opuso resistencia cuando lo detuvieron. Karen también fue detenida; miró a los oficiales con un gesto desafiante, asqueado, recordaban en aquel entonces. Los mellizos también estaban ahí: fueron llevados a un refugio en la zona de Pilar, aseguraba un comisario mayor que fue parte del operativo. El comisario apuntó a algo que confirmaron vecinos: las columnas de humo que se veían por la casa por las noches, que emergían desde el patio de la casa. Los restos en el balde, se supo después, correspondían a Miriam según pruebas posteriores. Lo que quedó de Ricardo apareció en un descampado de la zona, cremado torpemente y arrojado en 16 bolsas de consorcio entre cenizas.

Acosta fue enviado al penal psiquiátrico de Melchor Romero en la periferia de La Plata, para luego ser trasladado a la cárcel número 28 de Magdalena. Karen Klein, eventualmente, recibió la falta de mérito. Su coartada siempre fue señalar a su hermanastro y pareja, aseguró ser apenas una testigo forzada víctima de una situación de violencia de género. Ella misma dio la fecha y hora del crimen: 2 de septiembre a las 8:30 AM. Afirmó que Acosta mató a tiros a Ricardo y a Miriam y que luego

La fiscal Laura Zyseskind, que logró las condenas al femicida Fernando Farré y a Carlos Colosimo, tío de Wanda Nara, acusado de abusar de nenas del colegio primario de su hija en Boulogne, recibió el caso luego de la salida de Vaiani. Zyseskind no coincidió con esa falta de mérito. Entendió que había motivos suficientes para que Karen sea enviada a juicio no como partícipe necesario del doble crimen, sino como coautora.

Cuatro años después, el juicio en contra de Acosta y Klein comienza en el Tribunal Oral Criminal N°7 de San Isidro. Mañana tendrá lugar la primera audiencia y continuará en los dos días siguientes. Los delitos de los que se los acusa a los hermanastros: homicidio simple y homicidio calificado por el vínculo.

Hubo rumores de canibalismo alrededor de la causa, carne de las víctimas consumida antes de la cremación. No hay nada de eso en el expediente.

Karen llegará libre al Tribunal. Dicen cerca de ella que no ve a Acosta desde los días del crimen, que continuó con su vida. El shopping en el que trabajaba la había suspendido hasta que logró la falta de mérito, luego la reincorporó, pasó de trabajar en atención al cliente a un depósito. Tampoco ve a sus hermanos, los mellizos, desde ese entonces, los menores quedaron al cuidado de una tía. No puede verlos tampoco, la Justicia se lo impide.

Durante el transcurso de la causa, Karen se negó a enfrentar pericias psicológicas. “Son una indagatoria encubierta”, razona su abogado defensor, Rómulo Miño. Acosta, por su parte, no se negó. Información de la agencia Télam indica una pericia oficial que lo marca como inimputable según la Asesoría Pericial sanisidrense, con un “trastorno psicótico compatible con enfermedad esquizoafectiva y un cuadro compatible con epilepsia” y “síntomas de alteración morbosa” al momento del doble crimen, “odio y ansiedad”, en particular hacia su madre. La declaración también habla de hechos de abuso que habría sufrido Acosta, con su madre señalada como presunta entregadora.

Información en el escritorio de Zyseskind habla de evaluaciones a lo largo de los años que continúan hasta hoy en el penal de Magdalena. Hay pruebas que indican que Acosta realizó consultas psiquiátricas en un centro médico de su zona. La fiscal descree de esto. Considera que el acusado de matar a su madre y a su padrastro es imputable, con argumentos como un informe neurológico de un especialista que declarará en el juicio del TOC N°7.

El móvil del doble crimen es otro interrogante. ¿Tiene que ver con la relación entre Acosta y Klein? “No, tiene que ver con la historia familiar”, dice una alta fuente vinculada al caso. En su pericia, de acuerdo a Télam, Acosta aseguró que su padrastro habría querido abusar de una de una de las mellizas.

Ricardo Klein tenía su apodo de “Grandote” bien ganado: medía 1,90 metros y tenía una fuerza considerable. Leandro era un joven menudo, operado meses atrás de los intestinos, llevaba, según vecinos, una bolsa adjunta al abdomen. Miriam, por su parte, era una mujer también fuerte, temperamental. Otros que conocen a Acosta dicen todo lo contrario, hablan de una pistola al cinto en vez de una colostomía, un físico imponente en vez de menudo.

Infobae recorrió la zona donde los Klein vivieron durante la última década el día después del hallazgo de los restos en el balde de pintura; consultó fuentes policiales, vecinos históricos, viejos amigos de Klein y su mujer. Lo cierto es que “el Grandote” y su hijastro tenían una fuerte enemistad. Ricardo no soportaba que su hijastro no trabajase ni aportase a la casa. Un viejo confidente de Klein confía: “Hace poco tiempo, vino y me dijo ‘Este guacho me tiene podrido. Es un vago. Está todo el día tirado. No labura, no hace nada’”. Leandro, por su parte, resentía “que su mamá saliese a cartonear con Ricardo”, según este confidente.

Klein no soportaba la devoción de su Miriam a su hijo, en este esquema: Ricardo mismo aportó, aseguran amigos de la familia, dinero para una internación del joven en el Hospital Austral. Miriam, para ahorrar, volvía a pie cada noche. Sin embargo, ningún vecino de la cuadra admite haber oído gritos o visto peleas. Registros comerciales indican aportes realizados a Leandro por Garden Life SA, una empresa dedicada a productos de plástico, hasta mediados de 2014. Es decir, tuvo un trabajo en blanco, por un tiempo.

El 8 de septiembre, seis días después de la supuesta fecha del crimen, Leandro radicó en un Tribunal de Familia de Pilar una denuncia contra su padrastro, aduciendo agresiones a los mellizos. Chicos en el barrio dicen que Ricardo y Miriam no les permitían jugar con ellos. Lo contradictorio es que, a pesar de la estrecha cartera familiar, ambos chicos iban a un colegio privado en Tortuguitas, a donde su madre los llevaba. Hay un dato perturbador: según fuentes policiales, en el tiempo en que los padres estuvieron desaparecidos, Karen misma se encargó de llevarlos.

La última vez que la pareja fue vista es motivo de disputa. Leandro habría asegurado a vecinos que no volvieron de un bingo en Tigre que solían frecuentar, dos semanas atrás. Sin embargo, una mujer del barrio los habría visto. Les habría incluso lanzado un chiste, dado su estilo desaliñado para salir a juntar basura: “¡Qué lindos están esta noche!”

La casa de la calle Sarratea sigue vallada hasta hoy.

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