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La renuncia de Evo Morales golpeó la agenda diplomática que Alberto Fernández diseñaba con Donald Trump

El presidente electo había avanzado en un diálogo común con la Casa Blanca durante su gira por México que ahora puede sufrir interferencias por la crisis institucional en Bolivia.

Lunes 11 de Noviembre de 2019

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12:04 | Lunes 11 de Noviembre de 2019 | La Rioja, Argentina | Fenix Multiplataforma

Durante su gira por México, Alberto Fernández mantuvo dos reuniones clave para avanzar en su relación bilateral con Donald Trump. En esos encuentros, que sucedieron en el hotel Camino Real Polanco, Fernández explicó a los enviados de la Casa Blanca su posición sobre la crisis de Chile y Venezuela, además de analizar el impacto de la deuda externa sobre su futuro programa de gobierno. Fueron dos cónclaves de aproximación que dejaron expectante al presidente electo. Todavía no había renunciado Evo Morales y Bolivia era una pieza más en el complejo tablero regional.

Fernández reconoció en México que se había encontrado con Mauricio Claver, director de Asuntos del Hemisferio Occidental en el Consejo de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, pero omitió referir que tomó café con Eliott Abrams, un halcón republicano condenado en el affaire Irán-Contra que ahora trabaja en el Departamento de Estado.

Junto a Fernández y Claver almorzó Felipe Solá, probable canciller del próximo gobierno peronista. “Estados Unidos quiere que seas exitoso”, le dijo el enviado de Trump a Fernández en un momento de la conversación.

El encuentro entre Fernández y Abrams fue menos distendido y también contó con la participación de Solá. Abrams fatiga la región desde la represión ilegal en el Salvador -fue uno de sus arquitectos con Donald Reagan- y ahora propone desde el Departamento de Estado distintas variables para terminar con el líder populista Maduro.

Antes de la primera vuelta electoral, Fernández pensaba que su mejor estrategia en la región era correr a la Argentina del Grupo Lima y potenciar la influencia del Grupo Puebla, que tiene una mirada más progresista de la agenda de América Latina y está integrado por exmandatarios con escasas posibilidades de regresar al poder.

“La posición de México y de Uruguay en el tema Venezuela es la posición correcta para afrontar un problema que todos vemos. Nadie deja de advertir que allí se ha complicado la convivencia democrática. La Argentina deber ser parte de los países que quieren ayudar a los venezolanos a encontrar una salida. Estar en el Grupo Lima es contradictorio con esto”, afirmó Fernández antes de vencer a Macri en los comicios presidenciales.

El almuerzo con Claver y el café con Abrams sirvieron para atenuar esta posición geopolítica del presidente electo. Fernández ahora evalúa que se puede encontrar una salida a Venezuela dentro del Grupo Lima -como sugirieron los enviados especiales de Trump-, uniendo fuerzas con México y Uruguay si el Frente Amplio vence a los conservadores en el balotaje.

La predisposición de Fernández para encontrar una agenda regional común con Estados Unidos corre peligró por la crisis en Bolivia. Los enviados de Trump reconocieron al presidente electo que la variable Juan Guaidó para debilitar a Maduro no había funcionado, y que la casa Blanca estaba dispuesta a escuchar otras tácticas diplomáticas para iniciar una transición hacia la democracia en Venezuela.

Esa confesión de Claver y Abrams fue importante para Fernández, que no deja de pensar cómo será la ayuda que prometió Trump para mejorar la fortaleza de la Argentina frente al Fondo Monetario Internacional (FMI). Para el presidente electo no hay una negociación quid pro quo entre la situación de Venezuela y la deuda con el FMI.

Claver y Abrams se llevaron a Washington este concepto básico explicitado por Fernández y Trump, y la intención era avanzar en una agenda común que respetará las diferencias y consolidará las coincidencias obtenidas en los dos encuentros sucedidos en el DF.

Ahora los dos enviados americanos deberán desandar el camino para abrir un nuevo capitulo respecto a Bolivia. Fernández considera que hubo un golpe de Estado, mientras que Trump avaló a la Organización de Estados Americanos (OEA) cuando demostró que hubo fraude en las elecciones que Morales utilizó para justificar su nuevo mandato presidencial.

Ante los hechos consumados, la Casa Blanca apostará a nuevos comicios en Bolivia y aún no se sabe si Morales participará del proceso electoral. Fernández no quiere un enfrentamiento puntual con Trump, pero está sujeto a las presiones del Grupo Puebla y de Cristina Fernández de Kirchner.

La situación personal y política de Morales es una pieza clave en la relación bilateral que diseña Fernández con Trump. Ya habían avanzado en Venezuela, y hay cierta expectativa respecto a la deuda externa. La crisis en Bolivia tiene suficiente peso para acercar aún mas las posiciones bilaterales o ponerlas en el freezer como sucedió en épocas de CFK.

Fernández esperará hasta su asunción para mover frente a Trump. Ni un minuto antes, ni un minuto después.

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