Sociedad

Pasaron 47 días del terremoto en San Juan y el drama permanece: familias a la intemperie, vecinos desesperados y el milagro de Masterchef

Un sacudón de 6,46 en escala de Richter asoló la tierra sanjuanina la noche del 18 de enero. El desastre continúa. Cientos de personas siguen en situación de emergencia social: denuncian la falta de asistencia del gobierno

Sábado 06 de Marzo de 2021

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10:00 | Sábado 06 de Marzo de 2021 | La Rioja, Argentina | Fenix Multiplataforma

El 18 de enero Nidia Bazán, de 33 años, estaba descansando en su habitación, con el ventilador prendido y a punto de dormirse. Sus cuatro hijas miraban televisión: la final del Masterchef Celebrity entre Claudia Villafañe y Analía Franchín las divertía en una noche calurosa, como cualquier enero en San Juan. De pronto, un fuerte temblor. Las paredes empezaron a crujir. La luz cortada, la sensación de un bramido capaz de arrasar con lo que permanecía de pie. Todo en cuestión de un abrir y cerrar de ojos.

No era uno más, parecía más grave que cualquier sismo de los que estaban acostumbrados a sentir cada cierto tiempo. Nidia se levantó raudamente y fue por las hijas. Alcanzó a ver que su marido agarraba de la mano a una de ellas. Se apuraron a salir como pudieron. Calcula que dieron diez pasos y sintieron un estruendo, esta vez más cercano, más terrenal: giró la cabeza y vio lo que era su casa reducida a escombros, desplomada por el sacudón.

Sin tiempo de lamentarse la desesperación los hizo correr por las calles de tierra, buscando auxilio entre las sombras invisibles de la oscuridad. En cuestión de minutos se dio cuenta que no estaban solos. Sus vecinos del barrio El Abanico, en el departamento de Pocito, uno de los epicentros del terremoto, hicieron lo mismo. Las casas eran principalmente de adobe y la mayoría colapsó tras el temblor, que hizo estallar las ventanas y rompió las vigas de los techos. El resto se fue derrumbando con el paso de los días. Hoy, a exactos 47 días del terremoto, cerca de 35 familias viven a la intemperie en ranchos de nylon y palos de madera y otras en módulos precarios que ante cualquier temporal se vuelven inhabitables.

“En estos días de marzo hubo un temporal, se formó un lodazal tremendo y nos tuvimos que refugiar en una escuela”, dice ahora Nidia, con su voz entrecortada por la angustia. En los medios aquella vez se habló de un sismo fuerte, pero en la zona saben la diferencia que existe con un terremoto.

“Hubo daños importantes, aunque como no hubo víctimas se subestimó el efecto social. La verdad fue un milagro, tres mil casas afectadas, es decir cerca de 20 mil personas en toda la provincia.‘El milagro de Masterchef’ lo llamaron algunos vecinos, porque si estaban dormidos y no mirando la tele quizás hoy estaríamos hablando de gente aprisionada entre los escombros”, explica Miguel Armas, de Radio La Lechuza, una de las organizaciones que asistió a los damnificados. Allí fue el punto de referencia al que acudieron los vecinos esa noche, en busca de amparo, con los niños abrazados a los colchones. En la canchita cerca de la radio pernoctaron y comenzaron a organizarse al pie del cerro La Rinconada. Hasta el colmo de que debieron formar brigadas de demolición por su cuenta, dada la desidia estatal.

La respuesta institucional, según cuentan los vecinos a Infobae, comenzó a llegar unos días después con soluciones intermedias: carpas, conservadoras y materiales de construcción. También les enviaron alimentos, medicamentos, agua mineral. A nivel nacional se reforzó la AUH para las madres con hijos. Pero no hubo evacuación “por los peligros de contagio que puede traer reunir tanta gente en lugares cerrados”, como señalaron escuetamente desde fuentes provinciales.

De acuerdo a un informe de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad Nacional de San Juan, exactamente a las 23:46 del lunes 18 de enero de 2021, a unos 40 kilómetros al suroeste de la ciudad de San Juan, se produjo un terremoto “muy superficial y destructivo” de 6,46 en la escala de Richter con epicentro en la Precordillera Sanjuanina. La mayor liberación de energía duró cinco segundos. En los siguientes tres días se registraron 154 réplicas de entre 2,5 y 5,3 grados. “Como efecto del terremoto se observaron algunas viviendas derrumbadas o seriamente afectadas como así también daños en la Ruta Nacional 40, la cual une las ciudades capitales de San Juan y Mendoza”, concluye el documento.

Si bien el departamento de Pocito, a 20 kilómetros de la capital sanjuanina, fue el foco de la calamidad, el terremoto causó desastres en otras zonas que aún no fueron visibilizados en toda su real dimensión. El histórico auditorio de la Universidad quedó clausurado y otros ámbitos académicos padecieron destrozos, desde desprendimientos de mampostería, caída de cielorraso o luminaria, hasta fracturas que implicaron un deterioro estructural. El rector Oscar Nasisi calculó que los arreglos costarán mil millones de pesos.

“El comité de Crisis se armó dos semanas después del terremoto -cuenta Miguel Armas-. Con toda la historia que hay en la provincia, el de 1944, 1952 o 1977, entre los más emblemáticos, es imperdonable que no haya existido un Comité de Crisis preparado para socorrer a la gente. De cómo hacer los relevamientos, de cómo llevar a cabo una pronta asistencia social. El gobernador Sergio Uñac jugó a minimizarlo, pero fue un terremoto y no un sismo, como se difundió en la prensa. Las fotos parecen de Siria después de un bombardeo”.

Los módulos habitacionales de madera que llegaron desde Misiones para los que se quedaron sin casa son de frágil andamiaje y tienen espacios pequeños, de tres por seis metros. Y todavía hay familias que no los recibieron y permanecen durmiendo a la intemperie, bajo un naylon o en carpas, que ante el calor que alcanza los 40 grados parece ser un horno a cielo abierto. “Las casillas van lentas, no las dejan terminadas. Nos debemos hacer responsables de cableado, sanitarios, pozos negros. No me quejo, pero no tenemos cómo afrontar ese gasto”, explica Nidia Bazán, que solicita la posibilidad de acceder a créditos blandos.

“Estamos viviendo como perro sin casa, de un lado a otro. En el peligro inminente. Si llueve viendo adonde meternos, rogando no mojarnos, que no nos dé la electricidad”, agrega.

Recibieron del gobierno la promesa de la construcción de un barrio, que calculan llevará entre dos y tres años. “El tema es el mientras tanto, porque no podemos esperar tanto. Esas casillas que se levantan se las lleva la corriente cuando llueve y así entonces volvemos a empezar siempre de cero. Estamos desbordados, cansados y desorientados. Es muy triste”, enfatiza Nidia, que junto a la Radio La Lechuza se organizaron en comunidad para armar una olla popular.

En la periferia, una las zonas más pobres de la provincia, la escena dramática de las familias acomodándose todos los días entre palos de madera, naylons y carpas iglú, con bajos ingresos para hacer frente a su realidad económica, es lo que desespera a cientos de personas, que lejos de ser un número de expediente en un trámite burocrático para recuperar sus viviendas, tienen nombre y apellido y son de carne y hueso. Que por generaciones vivieron en casas de adobe precariamente construidas, muchas de ellas hace más de cincuenta años cuando todavía la provincia no había implementado la edificación antisísmica. Que son changarines excluidos por su condición social, amas de casa, obreros desocupados en tiempo de pandemia, trabajadoras domésticas, familias campesinas y de peones rurales que trabajan en la uva, el tomate o el ajo.

Ante ellos no abrieron escuelas ni teatro: no hubo plan de socorro como sí ocurrió con quienes volvían en avión a la provincia. “Los hoteles los pagó el Estado para los que volvieron de viaje y tenían que estar en cuarentena. Acá es una cuestión de clase”, refuerza Miguel Ambas, de Radio La Lechuza, que a su vez es miembro de la Mesa Nacional del Foro Argentino de Radios Comunitarias (FARCO).

Y agrega: “Si bien la situación ha mejorado y hubieron anuncios esperanzadores, como los que hicieron en conjunto el gobernador Sergio Uñac y el presidente Alberto Fernández de otorgar a los damnificados casas sismo resistente, el gran problema aquí es qué pasa en el presente. Nosotros funcionamos como contención en momentos de crisis, pero se prolongó porque no hay presencia del Estado. Hoy le damos de comer a más de cien personas todos los días, desayuno, almuerzo y merienda, más el reparto de mercadería. La pobreza sigue siendo la misma de siempre pero además ahora la gente no tiene donde cocinar”.

En otras zonas de San Juan, las casas de construcción antisísmica soportaron el temblor aunque se cayeron muebles y se rompieron vidrios. Más de novecientas viviendas deben ser reconstruidas totalmente, según la proyección oficial en los departamentos de Pocito, Rivadavia y Sarmiento. En la mayoría de los lugares, sin embargo, no hay organizaciones de base consolidadas. Por eso en otros barrios hubo cortes de calle y piquetes en la ruta ante el estado de desesperación total. En uno de ellos, se denunció una feroz represión. Algunos vecinos denunciaron que en las comunas se instalaron sólo cuatro baños químicos para cientos de personas y la cuadrilla municipal apenas si los limpiaba una vez por semana.

“A nadie se le ocurre que habitantes de casas con pisos de porcelanato y aires acondicionados hubieran pasado las penumbras que todavía pasan cientos de habitantes, o tal vez miles, en San Juan. Y entonces, debería haber más de todo: módulos, carpas, baños químicos, alquileres, escuelas, teatros, gimnasios y uniones vecinales abiertas y acondicionadas para recibir a las personas que perdieron todo, y vehículos que transporten los muebles que están afuera a un depósito seguro. ¿Por qué no?”, se pregunta Paula Aguilera, vecina del barrio y fotógrafa.

En la actualidad las familias dependen de la protección barrial, de las colectas solidarias, de las donaciones de organizaciones sociales y de la comunidad educativa, entre los que participan grupos ambientalistas, espacios feministas y colectivos de comunicación popular. En el merendero “Diego Armando”, del club El Abanico, se preparan las comidas diarias para numerosas personas. “Estábamos levantados mirando a ver si ganaba Claudia”, recuerda uno de los damnificados sobre aquella noche fatídica. Allí el club de fútbol viste la casaca de Gimnasia y Esgrima de La Plata, y a sus juveniles los llaman “los lobitos del Abanico”. El club platense, en su momento, también envió su ayuda solidaria.

La lógica de la supervivencia, en la opinión de Miguel Ambas, no es algo nuevo, pero la indiferencia política agrava el abandono social de las familias, que arrastran un olvido antes del terremoto por el acceso a la vivienda. “Estamos en San Juan, cuna histórica de sismos y terremotos, y esto que sucedió era previsible. El problema no fue sólo el terremoto. El problema es de larga data y es la naturalización de la desigualdad. Es gente que está acostumbrada a escuchar ‘no hay plata para resolver todo, no se puede todo a la vez’. ¿En serio se puede sostener esa línea argumentativa? Por eso seguimos insistiendo y seguimos militando. Ni una familia más a la intemperie, decimos, porque es lo que corresponde”.

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