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Dana Plato, la angelical adolescente de “Blanco y Negro” que no pudo salir de su laberinto de adicciones

La bella Kimberly de la ficción, en la vida real vivió su propio infierno. Terminó suicidándose con pastillas en la soledad de su casa rodante

Lunes 10 de Mayo de 2021

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13:24 | Lunes 10 de Mayo de 2021 | La Rioja, Argentina | Fenix Multiplataforma

Dana Michelle Strain nació en Maywood, California, el 7 de noviembre de 1964, su madre Linda, no tenía pareja y era apenas una adolescente cuando la tuvo. A los siete meses, Dana fue adoptada por Dean y su esposa, Kay. tres años después, el matrimonio se separaba. La niña se quedaba con su madre pero conservaba el apellido de su padre: Plato.

Como otros chicos actores, sus primeros pasos los dio en la publicidad y a los siete años ya había protagonizado más de 100 comerciales. El debut en la pantalla grande llegó en 1977, en Regreso a Boggy Creek, una olvidable película de aventuras. Años más tarde, reconoció que rechazó dos papeles que pudieron haber cambiado su vida. El de Regan MacNeil en El exorcista y el de Violet en La pequeña, papel que llevó a la fama a Brooke Shields.

Pero la revancha llegaría cuando con 13 años, participó de The Gong Show, un programa de talentos. Un productor la vio y la recomendó para una serie que estaba preparando la cadena NBC. Diff’rnt Strokes, aunque en la Argentina y buena parte de Latinoamérica, se llamaría Blanco y Negro.

La historia no necesita mucho preámbulo para aquellos que pasaron los 40. Dos hermanos negros huérfanos –Arnold protagonizado por Gary Coleman y Willis, a cargo de Todd Bridges-, son adoptados por el señor Drummond (Conrad Bain), viudo, millonario y con una hija preadolescente, Kimberly. La serie entró rápidamente en el público, e inmortalizó una frase de Arnold: “¿De qué estás hablando, Willis?”.

La pantalla mostraba a Kimberly, una adolescente segura y feliz de la clase alta neoyorquina. Su cabello rubio, sus ojos azules y su sonrisa encantadora, representaba el tipo de belleza americana de la época. Pero Dana cuando dejaba el traje de Kimberly se transformaba en una chica confundida e insegura. Apenas comenzado el programa empezó a padecer problemas con el abuso de alcohol, la cocaína y la marihuana. A los 14 experimentó una sobredosis de Valium y a los 15, solía presentarse a trabajar alcoholizada.

Dana Plato a los 17 años (Grosby Group)

Pese a estos desórdenes -¿o pedidos de ayuda?- su rol fue adquiriendo cada vez más protagonismo en la serie. Además del crédito de su nombre, la presentación incluía largos cameos de ella siempre sonriente. Hasta se hizo merecedora del “¿De qué estás hablando, Kimberly?” de su hermanastro menor.

Pero en 1984 todo estalló por los aires. Se acercaba la séptima temporada y Dana Plato, entonces de 19, quedó embarazada de su novio, el guitarrista de rock Lanny Lambert, de 21. Dana les sugirió a los guionistas involucrar su embarazo en la trama, pero su pedido fue rechazado. La angelical Kimberly no podía permitirse un embarazo, pero sí un viaje de estudios a París.

Mientras Kimberly vivía la fantasía parisina, Dana empezaba a padecer su propio calvario. El 24 de abril de 1984 se casó con Lambert y dos meses después nació su hijo, Tyler Edward. La pareja se divorció en 1988, y el pequeño quedó a cuidado de su padre y su abuela paterna, pasaba muy poco tiempo con Dana. Para peor, la misma semana de su separación, murió su madre adoptiva, algo que la afectó mucho.

La vida de Dana Plato osciló desde entonces entre el drama y el thriller. En el plano profesional, nunca pudo repetir el éxito de Blanco y Negro. En la desesperada búsqueda de un nuevo público, se aumentó el tamaño de los pechos y posó para la revista Playboy. Hizo papeles menores en filmes de escasa calidad y repercusión, como el thriller Prime suspect o la comedia Bikini Beach. La Dana adulta y madre parecía no tener lugar en Hollywood.

Para colmo, su contador se fugó con buena parte de sus ahorros y la dejó en la ruina. Dana se instaló en Las Vegas y consiguió trabajo como cajera en una lavandería. Pero la plata no le alcanzaba para cubrir sus gastos ni sus gustos, y salió a robar.

Con una pistola de aire comprimido, asaltó un videoclub y se llevó 164 dólares. El vendedor llamó al 911 sin poder creer lo que acababa de sucederle. “Me robó la chica que hacía de Kimberly en Diff’rent Strokes”, avisó por teléfono. A los 15 minutos, Dana volvió al lugar y fue detenida. La misma sonrisa con la que se paseaba por el penthouse de Park Avenue, ahora sostenía el cartel que indicaba su detención.

La noticia conmocionó a la opinión pública. Un conocido entretenedor de Las Vegas, Wayne Newton, pagó una fianza de 13 mil dólares y Dana salió con libertad condicional. Volvería a la cárcel en enero de 1992, luego de falsificar una receta de Valium, y pasó un mes tras las rejas. El pasado la atormentaba, la realidad y la ficción terminaban confundiéndola y así Dana se hundía cada vez más en sus propios demonios.

Los hechos policiales activaron las alarmas en el escaso núcleo afectivo de Dana Plato. Tuvo un encuentro televisivo con su madre biológica, quien intentó un acercamiento más allá de la pantalla. “Fue un tiempo maravilloso pero breve”, reconoció luego Linda. Tampoco tuvo mucha suerte su ex suegra, Joan Richardson, quien siempre le dejó abiertas las puertas de su casa. “Le tuve mucho cariño. Éramos su única familia”, contó. Por su parte, el abogado Paul Petersen reconoció haberle dado a Dana unos cuantos cheques para pagar el alquiler. También le presentó a Fred Potts, un aspirante a director de cine, que le propuso un cambio en su vida. El plan era tentador. Dejar atrás Las Vegas, afincarse en Arizona, mantenerse lejos de las drogas y el alcohol, relajarse junto a la piscina. Y volver a empezar como actriz, pero eso nunca sucedió. Dana no se quería dejar ayudar, o no sabía cómo dejarse.

Su carrera pegó un vuelco hacia el soft porn, mientras vivía en Florida, en una casa rodante con su nueva pareja, Robert Menchaca, quien también hacía las veces de manager. Ella, mientras tanto, luchaba por mantenerse sobria, pero cada recaída era más dura.

El desenlace se precipitó hacia marzo de 1999, cuando una nota en el periódico sensacionalista Esquire la enfureció. Una antigua compañera de cuarto en Los Angeles, Jennifer Wejbe, la acusaba de robarle 700 dólares, manifestaba que nunca había dejado de consumir cocaína y que vivía desganada en medio de una pila de platos sucios. También contó que la había visto mendigando en Hollywood y aseguraba que se le había insinuado.

El 7 de mayo de 1999, Dana se presentó en el programa de radio del locutor Howard Stern, en Nueva York, para hacer su descargo. Reconoció haber sido adicta aunque se manifestó limpia de drogas y alcohol. “Sólo tomo los medicamentos para las muelas”, aseguró. El programa tuvo un impacto inmediato y los oyentes se volcaron en masa al teléfono, para declararla culpable o inocente. Incluso Stern tomó partido por Dana, quien ofreció un mechón de sus cabellos rubios para hacer un análisis. Stern reconocería que luego del programa, la actriz montó un escándalo para que se lo devolviera. La producción conservó el mechón, aunque el análisis nunca se hizo.

Al día siguiente, Dana y su pareja emprendieron viaje rumbo a Los Ángeles, pero como se celebraba el Día de la Madre, se detuvieron en Moore, Oklahoma, para saludar a la madre de Robert. Durante la reunión, Dana se sintió cansada y se fue a recostar en la casa rodante. Un rato después estaba muerta. La autopsia determinó una sobredosis por ingerir un calmante y un relajante muscular, y se apuntó el suicidio como causa más probable.

El cuerpo de Dana Plato fue incinerado días más tarde, pero su calvario no iba a terminar allí. Casi 11 años después, su hijo Tyler, con un largo historial de problemas con drogas y alcohol, se pegaba un balazo en la cabeza.

Cuando le preguntaban acerca del destino de los protagonistas de Blanco y negro Dana solía decir burlona: “Posé desnuda para Playboy, Gary está demandando a sus padres, Todd fue arrestado… Ese Drummond sí que fue un pésimo padre”. El humor no alcanzó para salvarla de un destino tan triste que ni los guionistas más creativos podrían haber previsto para ella.

 

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