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Cuenta regresiva para Angela Merkel, la humanista que abrió las fronteras a los refugiados

Este año culmina su largo “reinado”, con las elecciones generales del 26 de septiembre. En esta nota, su política de inmigración y asilo.

Viernes 17 de Septiembre de 2021

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09:04 | Viernes 17 de Septiembre de 2021 | La Rioja, Argentina | Fenix Multiplataforma

Angela Merkel se va tras 16 años al frente de la primera potencia europea. La jefa de Gobierno que marcó desde Berlín la primera parte del siglo XXI europeo deja un vacío que deberá empezar a llenar el canciller –en Alemania se designa así al jefe del ejecutivo- que salga de los pactos que permita el resultado electoral del próximo 26 de septiembre. Merkel se va y deja un legado contradictorio.

Ecologista de última hora, ortodoxa en economía hasta que la pandemia mandó a la basura los manuales económicos o ideóloga centrista. Merkel cambió y con ella fue cambiando Alemania y Europa.

El vacío que deja esta hija de un pastor protestando, nacida y educada en la Alemania comunista, se hace más visible cuando Estados Unidos parece de retirada y China va alzando el vuelo. La retirada de Merkel es la caída del telón al final de una pieza teatral.

La actualidad manda. Los gobiernos europeos temen que los afganos huyan en masa de su país buscando refugio en Europa. Si sucede, cuando lleguen probablemente no estará Merkel, la mujer que en septiembre de 2015 decidió abrir la frontera alemana a más de un millón de sirios que huían de la guerra en su país.

Esa Merkel adelantó por la izquierda todos los partidos conservadores y liberales europeos y consiguió lo que se propuso cuando prometió: “Lo lograremos”. La inmensa mayoría de los sirios llegados a finales de 2015 y principios de 2016 a Alemania está integrada y trabaja. Sus hijos van a la escuela. Alemania acoge a casi dos millones de refugiados.

Los conservadores alemanes de principios de siglo clamaban que Alemania no era “un país de inmigración”. Eso cambió con Merkel. No la realidad (Alemania es un país de inmigración desde hace décadas) sino el discurso y la acción política.

Merkel repitió varias veces desde sus primeros años de gobierno que Alemania necesitaba inmigrantes. Sus palabras se fueron convirtiendo en la política de su partido y, todavía hoy, estos, agrupados en la CDU/CSU, defienden la integración y no, como hicieron 20 años atrás, la deportación.

Las acciones políticas de Merkel siguieron a su discurso. Alemania reformó sus leyes para introducir el derecho de suelo en las leyes que rigen la concesión de la nacionalidad y reconoció oficialmente el Islam como una de las religiones que ya pertenecen a la cultura alemana.

Se puso dinero público para construir mezquitas como se hizo siempre con las iglesias cristianas y se abolieron los centros educativos que aceptaban sólo a hijos de inmigrantes porque su función era simplemente la de esperar a que sus padres fueran deportados.

Merkel consiguió que en los días cruciales de la crisis de refugiados de finales de 2015 y principios de 2016, cuando en algunas jornadas llegaban a Alemania más de 10.000 personas, miles de alemanes acudieran a las estaciones de trenes a recibirlos con flores o juguetes para los niños.

Merkel fue preguntada en varias ocasiones qué haría si se diera una situación similar o igual. Si, por ejemplo, decenas de miles de afganos llegaran ahora a las fronteras alemanas. “Haría lo mismo”, respondió ella en varias ocasiones.

Los alemanes siempre aceptaron ese aspecto humanitario de Angela Merkel. Tras 16 años en el poder nunca tuvo un índice de popularidad inferior a 50%. El gobierno alemán gastó entre 2015 y 2020, en integración de esos refugiados, unos 80.000 millones de euros. Análisis económicos, hasta del prestigioso instituto DIW de Berlín, aseguran que fue una inversión exitosa. Los expertos aplauden la política de integración alemana.

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