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Cómo fue la vuelta de los visitantes en Lanús vs Rosario Central: el folclore de antaño, barras, insultos a Tapia y un grito repudiable

Unos 7 mil hinchas del Canalla pudieron estar en la Fortaleza y festejaron el 1-0 con gol de Di María. Se movieron en unos 30 vehículos y el operativo contó con 750 efectivos y 80 empleados de seguridad.

Domingo 20 de Julio de 2025

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11:37 | Domingo 20 de Julio de 2025 | La Rioja, Argentina | Fenix Multiplataforma

Las calles de Lanús mostraron otra cara. Había camisetas granates como toda la vida en la esquina de 9 de Julio y Guidi, sobre la plaza Sarmiento, donde los fieles se juntan para la previa con algo de cumbia, cerveza y fernet. Pero bastaba con dar una larga vuelta a la manzana, entre vallas y uniformados, para reencontrarse con los visitantes. No era ciencia ficción. No se trataba de un capítulo de la serie noruega. Después de una docena de años, el fútbol argentino volvió a ser apto para todo público.
 
Entonces, por Purita y Esquiú, de un montón de micros bajaron los hinchas de Rosario Central. Agitando los brazos, cantando por su equipo mientras ingresaban al estadio a paso redoblado, viviendo una experiencia que, increíblemente, formaba parte de un pasado no muy lejano pero solo habitaba en la memoria colectiva de las viejas barras.
 
Hay una generación de pibes, como aquellos que este sábado caminaron de la mano de sus padres hacia la tribuna, que solo conocía Arroyito. Son los mismos que ¡por fin! pudieron celebrar en carne propia el primer triunfo en rodeo ajeno.
 
“Los Guerreros Pte.”, fue la bandera de 15 metros que se colgó en la parte baja del alambrado y no acató la sugerencia de las autoridades. Los tirantes dominaron la escena. Se flamearon trapos con el escudo del CARC. Sonó la percusión con bombos y trompetas. Se vendieron 7 mil populares y, de acuerdo a la información que brindó la Agencia de Prevención de Violencia en el Deporte (ApreViDe), todos llegaron en más de 30 vehículos, entre ómnibus, combis y autos particulares. Y montaron una auténtica fiesta que terminó sin incidentes ni detenidos.
 
La hinchada de Rosario Central, presente en Lanús. Foto: Juano Tesone.La hinchada de Rosario Central, presente en Lanús. Foto: Juano Tesone.
Hubo 750 efectivos disponibles, 350 más que los habituales cuando Lanús juega exclusivamente para su gente. También, 80 agentes de seguridad privada y 110 empleados de Utedyc en los controles. Los accesos estuvieron custodiados y era necesario mostrar el DNI.
 
Una vez adentro, renació el folclore. Esta vez, los hinchas locales no dirigieron su cancionero al viento. Enfrente había visitantes y la dedicatoria no se hizo esperar, incluyendo un grito repudiable. “Son los come gatos, son los p... de Rosario”, tronó en el corazón de la popular. También hubo insultos para Claudio Tapia. Había bronca contra el presidente de la AFA por el penal que la semana pasada no cobró Hernán Mastrángelo. Fue contra Riestra, nada menos.
 
No obstante, hubo un gran recibimiento para Angel Di María. Y si el “somos rivales, no enemigos” no se toma como un eslogan de campaña, la bandera que preparó la hinchada granate fue sincera. Con los colores de Argentina y una imagen de Fideo besando la copa dorada que se conquistó en Qatar, estaba acompañada por una leyenda: “Bienvenido al club de barrio más grande del mundo”. Estaba firmada por La Barra 14. Había un señor, todo vestido de granate, que mostraba orgulloso la camiseta de la Selección con el dorsal 11 y el apellido del crack del barrio La Esperanza. El cariño por la tercera estrella fue genuino y quedó claro en el segundo tiempo, cuando lo aplaudieron a la hora de patear el córner.
 
 
La bronca estalló con lo que pareció un homenaje de Andrés Merlos a Fideo. Pero no hubo reclamos para el rosarino. Ni siquiera con el gol. Otra vez se descargó la furia con Chiqui.
 
El final dejó otra escena que hace tiempo estaba archivada. El festejo de los jugadores de cara a su gente. Los hinchas de Lanús tuvieron que esperar cuarenta minutos para poder dejar su propia cancha. Gajes del anfitrión en esta búsqueda de volver a la normalidad, que dos hinchadas puedan convivir en un mismo estadio con color, pasión y, sobre todo, en paz.
 
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