Opinión

Macri, en un campo minado

Sábado 17 de Febrero de 2018

Macri, en un campo minado

Por Claudio Fantini

El peronismo, que tiene bien desarrollado el olfato sobre la salud o la debilidad del poder, está oliendo sangre. La serenidad que intenta transmitir el gobierno de Macri choca contra indicadores negativos. 

¿Sería futurismo mágico imaginar al Papa bendiciendo la unidad del peronismo? Quizá ni tan futurista ni tan mágico. Cada vez hay más llamadas al Vaticano. Aumentan de manera proporcional al crecimiento de vaticinios sobre la caída de Mauricio Macri.

Eugenio Zaffaroni y varios más dicen fuerte lo que una multitud en su vereda política susurra. “Macri gobierna tan mal que caerá antes de terminar el mandato”, afirman, palabras más palabras menos, muchos sindicalistas, kirchneristas y peronistas, con excepción de algunos gobernadores.

Los más decentes expresan el mismo deseo, pero por la negativa. Son los que empiezan diciendo “yo no quiero que Macri se vaya antes, pero...”. Todos los que comienzan una argumentación con esa frase quieren que el Gobierno caiga cuanto antes, del mismo modo que quien empieza diciendo “tengo amigos judíos” seguro es un tremendo antisemita.

 
El peronismo, que tiene bien desarrollado el olfato sobre la salud o la debilidad del poder, está oliendo sangre.

Por eso vuelve a aglutinarse, imantando a conspiradores y oportunistas que saben que si el peronismo huele sangre, es porque ha empezado a brotar por algún lado.

La cuestión es cómo mezclar el agua y el aceite. Parece imposible, pero hay una fórmula que sería aceptada de buen grado por Francisco.

Implica la unidad peronista con el kirchnerismo adentro, sin el liderazgo ni la postulación presidencial de Cristina, pero con un blindaje judicial para dejarla fuera del alcance de los magistrados que investigan corrupción.

Es probable que el Papa no tenga relación con el plan en marcha. Pero también es posible que sea su impulsor oculto. Nada puede descartarse.

Ahora bien, con o sin la participación del Pontífice, el agua y el aceite (kirchnerismo y peronismo anti-K) se unirán, sin candidatear a Cristina pero garantizándole blindaje judicial; a ella y a varios más.

Entre las razones que los une y los convierte en el imán que atrae oportunistas, está el movimiento del otro brazo de la pinza que empieza a atenazar al Gobierno. Cada vez son más los economistas y consultores que anuncian inminentes cataclismos. Una clara señal de que sectores poderosos que, hasta ahora con cautela y moderación, cuestionaron el “gradualismo” empezaron a apretar al Gobierno exigiéndole que pase del gradualismo al shock de un plumazo.

Muchos ortodoxos salen del clóset y disparan a quemarropa. Ya no evitan las predicciones catastróficas. Como es evidente que la ortodoxia quiere tacklear al gradualismo, peronistas y kirchneristas corren para saltar sobre la cabeza del gobierno caído. Están convencidos de que la caída del ajuste gradual derribará también a Macri.

El Presidente está en un punto que los analistas geoestratégicos suelen explicar usando el término alemán Zugzwang, que alude a la posición del ajedrez en la que el jugador está obligado a escoger entre movimientos que lo conducen inexorablemente a encrucijadas mayores.

La serenidad que intenta transmitir el Gobierno choca contra indicadores negativos: un “rojo” en la balanza comercial que alcanza el récord de 8.500 millones de dólares; metas inflacionarias que nadie cree ni toma en cuenta; un déficit de cuenta corriente ya situado en el cinco por ciento del producto interno bruto (PIB), y la caída de la cotización de los bonos soberanos. Todo en el marco de una política difusa que está demoliendo a la clase media.

En el Zugzwang de Macri, abandonar el gradualismo, como exige uno de los brazos de la tenaza, implica atravesar el campo minado de estallidos sociales que acabarían con su gestión, según afirman los que tiran fósforos al combustible generado por los errores y negligencias macristas. Pero hacer lo contrario también conduce a un peligroso callejón sin salida.

Cada brazo de la pinza que atenaza a Macri no tiene idea de cómo revertir la situación sin arrojar al abismo a una parte de la población. Dicen y hacen lo que les conviene a ellos. El problema es que la mesa chica a la que se ató el Presidente prefiere narcotizarse con su propia versión de la economía y del peronismo, al que describe dividido y paralizado.

La realidad del peronismo es otra y aparece en la postal de futurismo mágico, que no es ni tan futurista ni tan mágica sino cercana y posible.

* Politólogo