Opinión

Hugo Moyano, Ricardo Alfonsín y hasta el Papa en pleno brote esquizofrénico

Sábado 17 de Febrero de 2018

Hugo Moyano, Ricardo Alfonsín y hasta el Papa en pleno brote esquizofrénico

Por Marcos Novaro

Parece que un virus peligroso está haciendo estragos entre nuestros hombres públicos. Los pone en ridículo, los hace decir incoherencias y contradecirse alevosamente. Se ensaña en particular con quienes vienen con las defensas bajas, tal vez por haber estado demasiado tiempo navegando a dos aguas, queriendo quedar bien con Dios y con el Diablo, o sin definir quién es para ellos Dios y quién el Diablo.

Como sea, lo mejor para los demás es cuidarse del contagio, porque podríamos estar al borde de una epidemia.Miren si no lo que le pasó al pobre Zaffaroni, que todos creen que quiso voltear al gobierno cuando en verdad lo único que pretendía, según aclaró, era que aminorara un poco la velocidad.

Hugo Moyano venía piloteando bastante bien su desgracia con notas de buen humor y chicanas ocurrentes contra sus denunciantes, hasta que quiso hablar de sí mismo y se enterró solo: “si no fuera sindicalista sería un exitoso empresario” mandó. ¿Habrá querido decir más exitoso de lo que ya es? Por ahí reencarna y junto a la arquitecta egipcia, otra portadora crónica del virus, montan una súper constructora.

La vocación empresaria de nuestros sindicalistas de todos modos debería hacernos pensar un poco si no estamos frente a un problema más profundo. Porque tal vez no es solo una esquizofrenia personal del líder camionero, si no un problema de vocaciones colectivas mal manejadas: uno ve los emporios familiares que han montado varios de estos jerarcas y no puede evitar reconocer el espíritu emprendedor, el empuje, la ambición. Tal vez todo este entuerto de mafias y corrupción pueda empezar remediarse con un simple y prolijo cambio de roles.

Pocas horas antes Moyano había patinado ya cuando María O`Donnell le preguntó por qué el sanatorio de su sindicato lo remodeló la constructora de su mujer. “No, si voy a llamar a Caputo”, contestó, en referencia al amigo del presidente. Como si hubiera tenido disponibles solo esas dos opciones. En fin, le iba mejor cuando hablaba menos.

Apareció a continuación Ricardito Alfonsín y dio la nota del otro lado del espectro político, en el que también hay problemas extendidos, no solo casos indicviduales, porque no todos los oficialistas dejan de ser opositores ni se sabe muy bien quién está y quién no en la coalición de gobierno, por esta manía de los no peronistas de ser híper críticos con sus propios líderes y gobiernos.

Lo de Ricardito de todos modos cruzó la raya, porque directamente no se entendió qué quiso decir: “si no fuera político, si no fuera radical y si no estuviera en Cambiemos iría a la marcha (la de Moyano, claro)… la gente está viviendo con dificultades… el tema de los sindicalistas corruptos le viene como anillo al dedo a quienes quieren una organización de los trabajadores débil”. Y la siguió contra sus correligionarios, con algo que sí se entendió: “En la historia del radicalismo nunca hubo una etapa tan acrítica como hoy, ni con Alfonsín ni con De la Rúa, nunca estuvimos tan diferenciados de nuestra razón de ser”.

¿Qué vendría a ser para Ricardo Alfonsín “ser radical”, su “razón de ser”? No se sabe. ¿Y a qué lo obliga “ser político” y “ser de Cambiemos”? Parece que no a pensar que está todo mal lo que hace el gobierno, y decirlo, sólo a actuar en consecuencia, en suma, ir a una marcha opositora y cantar “el que no salta es de Macri”. Mientras tanto su “ser político” consiste en pensar y decir una cosa y hacer otra. No parece que vaya a funcionar. Le convendría decidirse, o al menos moderarse, siguiendo el consejo de Zaffaroni, a él sí le vendría bien levantar el pie del acelerador.

Para terminar una semana de despropósitos varios se conoció oficialmente una carta ya harto difundida extraoficialmente del Papa Francisco a Hebe de Bonafini, donde compara la situación judicial de la líder de Madres de Plaza de Mayo con la de Jesús. ¿No se le habrá ido la mano?

Francisco quiso dar sus razones, pero en vez de explicarse oscureció más el mensaje, y debe haber confundido hasta a los padres de la Iglesia: “No hay que tener miedo a las calumnias. Jesús fue calumniado y lo mataron después de un juicio ´dibujado´ con calumnias. La calumnia sólo ensucia la conciencia y la mano de quien la arroja”.

Para empezar, si lo hubiera pensado mejor Francisco seguramente no hubiera hecho tanto hincapié en este rechazo a los calumniadores: no hay sobre la faz de la tierra alguien a quien le caiga mejor el sayo que a su amiga Bonafini. Pero bueno, dejando eso de lado, ¿no es medio esquizofrénica la referencia al juicio contra Jesús?, sobre todo teniendo en cuenta que si algo él enseña es que no conviene mezclar lo que es del César con lo que es de Dios, los asuntos religiosos mejor dejarlos aparte de los rigores con que decide quien tiene que administrar la ley penal. Pero tal vez hay que concluir que esa no es la idea de Francisco, o no puede explicar bien cuál es su idea al respecto. Un problema extraño para alguien que debería ser si no infalible en estos asuntos, sí al menos un poco más claro y ducho.

¿Quedará contenido en estos pocos episodios el brote esquizofrénico o es apenas el comienzo? Imposible saberlo. Conviene por ahora andar con cuidado, y cuando uno va a abrir la boca, pensarlo dos veces.