Opinión

Plan Oktubre, inconsistente y sin convicción

Martes 23 de Abril de 2019

Plan Oktubre, inconsistente y sin convicción

Por Alejandro Vanoli

Cuando se define y se ejecuta una política económica hay dos cosas que deben están muy claramente establecidas: cuales son los objetivos y la consistencia de los mismos.

La consistencia implica que los objetivos tengan coherencia entre sí y en relación a la estructura económica y al contexto, incluyendo factores de índole interno y externo además de algo crucial que es mejorar las expectativas.

En tal sentido queda claro que el Gobierno mantuvo políticas económicas absolutamente inconsistentes y eso nos llevó a la crisis.

El macrismo tuvo coherencia estratégica generando una concentración productiva y distributiva. No obstante sus objetivos de corto plazo fueron cambiantes en función del grado de cercanía de las elecciones y como respuesta a las propias inconsistencias que obligaron a permanentes cambios tácticos en las reglas del juego especialmente desde la corridas cambiaria de 2018.

Queda claro que el Gobierno es un proyecto de poder que por razones tácticas y por necesidad que siempre tiene cara de hereje, cambia sin pudor de discurso y políticas, con el solo objetivo de ganar las elecciones y ahí si desempolvar su proyecto estratégico de mediano y largo plazo.

Así a pocos días de señalar que no se tomarían “atajos”, surge el plan Oktubre, parche del Plan Primavera 2018 y con reminiscencias del alfonsinismo tardío de 1988.

El Gobierno echa mano de forma parcial, inconsistente, sin convicción y en forma tardía, a medidas con fuerte “deja vu” a los 70 años malditos, un refrito tan engañoso como culposo que remite a políticas de 2014 que permitieron recuperar el crecimiento y bajar la inflación.

Repasemos los cambiantes objetivos

En los últimos seis meses el Gobierno “priorizó” cumplir con la meta fiscal con el FMI y lograr una precaria estabilidad cambiaria en detrimento del crecimiento y de una reducción de la inflación.

En tal sentido la apuesta de Macri era recibir el desembolso de abril para cubrir los vencimientos de la deuda de 2019 y conseguir fondos para cubrir el déficit fiscal y eventualmente lograr la autorización del FMI para intervenir en el mercado de cambios, ante la devaluación de marzo que augura meses difíciles. Esto aún no fue logrado.

El Gobierno apostaba a la cosecha y a bajar la tasa de interés para impulsar el crecimiento. Lo cierto es que la mayor cosecha no impidió un fuerte retroceso del nivel de actividad debido a la reducción del consumo y la parálisis de la inversión.

Por otro lado los tarifazos y los efectos de la megadevaluación generaron un rebrote inflacionario. Otro error de diagnóstico pensar que la recesión provocada por la política monetaria restrictiva y el ajuste fiscal lograrían una menor inflación.

Es verdad que la mayor inflación y el ajuste mejoraron temporalmente el resultado fiscal en enero y febrero. Pero ya en marzo la recaudación bajó fuerte en términos reales y eso enciende las alarmas de un déficit fiscal que será más alto que el previsto.

Con el desembolso del FMI en la mano y los pésimos resultados económicos de una “estanflación” inflación con recesión, el Gobierno recalcula su estrategia.

La perspectiva de perder las elecciones hace que el Gobierno haya decidido tirar algunos caramelos a los electores y hacer algo de heterodoxia trucha de última instancia aunque no le guste al mercado.

Así la apuesta es a lograr bajar algo la inflación con el “atajo” de un acuerdo de precios limitado, con precios que claramente se adelantaron estas semanas y crear así una “sensación” de baja de precios en los seis meses electorales que se vienen.

El regreso sin gloria de “Precios Cuidados” previamente descuidados, no es una verdadera política antiinflacionaria, que actúe consistentemente sobre las causas de la inflación. Los créditos Anses y el remedo de “Procrear” tampoco son un impulso a la demanda que recupere el crecimiento. Relanzar Ahora 12 con este nivel de tasas fue imposible.

La otra jugada desesperada del Plan “Felices Pascuas” fue congelar el piso y el techo de la banda cambiaria. La idea es intentar limitar las expectativas de devaluación para ayudar a estabilizar los precios e inducir a los exportadores a no esperar para liquidar sus divisas.

Con déficit externo, y en un año electoral que siempre alienta presiones cambiarias, el Gobierno está expuesto a una triple presión devaluatoria: exportadores que se retraen, importadores que adelantan pagos a la espera de una devaluación y una mayor fuga neta de capitales vía menores ingresos y mayores egresos de divisas.

Desde el fondo de inversión más sofisticado hasta Doña Rosa ven que el Gobierno tiene pocos instrumentos y el FMI le ata las manos para frenar un alza brusca del tipo de cambio por los límites que el Acuerdo establece a la intervención cambiaria. Ello induce a dolarizar carteras. Y se sabe que en Argentina una gran devaluación es letal en términos políticos y económicos.

En un contexto de políticas inconsistentes y devaluación del capital político se animará un Gobierno que cambió todas las reglas del juego a profundizar la heterodoxia de última instancia?

Aún en un escenario difícil es posible conciliar una política de crecimiento, reducción de la inflación y estabilidad financiera con políticas consistentes.

¿Se animará el Gobierno para ganar las elecciones a verdaderos estímulos a la demanda, una política de ingresos que estimule el mercado interno, y estímulos crediticios e impositivos a la producción y a la oferta para conciliar crecimiento y reducción de precios, relajando las metas con el Fondo?

Para sortear la crisis debería tener además heterodoxia de manejo en el sector externo. De mínima convencer al FMI de intervenir contundentemente en el mercado de cambios para frenar una esperable presión devaluatoria o incluso desobedecer al Fondo si hace falta.

Si el “mercado” ve alguna posibilidad electoral a Macri, podremos observar tolerancia a heterodoxias mayores en aras de garantizar una agenda “promercado” después de octubre. Si la apuesta es a una alternativa la mayor heterodoxia se acelerará inevitablemente.