Farándula

Enrique Pinti no descarta una nueva postulación de Macri: “En este país siempre hay una chance para cualquiera que nos vuelva a cagar”

A días de su próximo show por streaming el actor cuenta cómo está su salud, analiza el presente del país y se confiesa en el amor: “No soy una buena pareja porque culo veo, culo quiero”

Domingo 20 de Septiembre de 2020

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11:03 | Domingo 20 de Septiembre de 2020 | La Rioja, Argentina | Fenix Multiplataforma

“La mejor manera de soportar esta Argentina es negarla un poco”, se sincera Enrique Pinti y confiesa que cuando vio por televisión el conflicto con la Policía bonaerense le dio play a una película española de la época del franquismo. “Veo un film que denota los dramas de una sociedad realmente terrible, bajo una dictadura, y me quedo más tranquilo -confiesa el humorista-. Por lo menos esa mierda ya no existe más, hemos progresado en algo”.

Más agudo que nunca, Pinti vuelve al escenario con su particular mirada de la realidad nacional en medio de la pandemia. Desde la intimidad del sillón de su casa, el artista brindará por segunda vez en cuarentena un espectáculo vía streaming junto a Marcelo Polino. “Dialogamos de todas las cosas y comparo los problemas de hoy con las barbaridades que pasaron en el Imperio Romano o en la Grecia de Edipo y Electra”, adelanta el actor. Pinti y Polino El Show podrá verse el domingo 20 de septiembre, a las 20 horas, con entradas disponibles en Ticketek.

—Se viene un nuevo streaming, se van reinventando las formas de encontrarse con el público.

—Uno lo hace para despuntar el vicio y porque llega un momento en que necesitás un aporte económico. Tanto Polino como yo no somos millonarios ni nada por el estilo. Estoy desde el 9 de marzo sin hacer absolutamente nada y, lógicamente, los capitales se van achicando, sobre todo si tenés algunas enfermedades fastidiosas como la diabetes. Tenés unas recetas médicas de la gran siete: por más que la insulina es gratuita, para devolverte la plata, te la devuelven cuando se puede. Entonces, es un alivio económico.

 

—¡Qué caro es enfermarse!

—¿Qué te parece? No me quejo de lo mío porque he sido muy derrochador y muy mal administrador. Si hubiera guardado la mitad de lo que gasté en los viajes, en todas las pelotudeces que eran lindas cosas para mí, hoy no tendría ese aprieto. Siempre te salen: “Pero usted llenó un teatro diez años seguidos”. Sí, llené un teatro diez años seguidos con 700 personas por día en ocho funciones, 5.600 por semana. Si hubiera guardado, no tendría problemas. El problema no soy yo, el problema es la gente que realmente ha trabajado toda su vida y tiene una jubilación de mierda. Si yo, que he podido hacer alguna cosa y tener alguna que otra entrada, me quejo, imaginate lo que puede ser para un diabético o para gente que tiene todavía enfermedades más fastidiosas.

 

—¿Cómo estás de salud?

—Tengo en las piernas un problema, no tengo estabilidad, me caigo para un lado y para el otro, me he caído 50 veces. No me rompí la rodilla porque tengo unos huesos más fuertes que no sé qué. En un ojo tengo una obstrucción inoperable y del otro también veo poco. Entonces, tengo esto, lo otro, me río y digo: “De salud estoy muy bien”, porque, para mí, estar bien de salud es estar bien de la cabeza.

 

—Y estás brillante, con la rapidez de siempre.

—Me acuerdo de mi maestra de primaria... ¡Ojo! Acordarse del maestro de la primaria es un signo de Alzheimer. Te acordás de lo de atrás y no de lo de adelante. El otro día no podía reconocer… Estaba mirando la televisión y no podía reconocer a Gustavo Garzón. Es imperdonable para mí, que me conozco el nomenclátor de actores. Es amigo además y decía: “¡¿Cómo se llama? La puta que lo parió!”. Lo tomo con humor porque a los 81 años si te olvidas de un nombre no es para volverse loco, es para tomárselo en joda.

 

—El humor y la risa te han salvado.

—Sí, desde luego. En cuanto meto la pata o me equivoco, me río. Es la única manera de vivir, porque si te empezás a paranoiquear y a decir: “¡Dios mío! ¿Qué pasa?, ¿Me estoy volviendo gagá? No, no te estás volviendo gagá, estás cumpliendo años. ¡Dejáte de joder!”. Lo que pasa es que la envidia te mata. Voy a cumplir 81 años el 7 de octubre. Cuando Mirtha Legrand tenía mi edad, bailaba, cantaba, abría la sombrilla y estaba todo el día trabajando. Entonces, la odio (risas). Era una rosa de mayo, y ahora a los 93, está asustada por el virus. Lo único que podía asustarla era un virus universal.

 

—¿Hablás con Mirtha?

—No, no hablo por teléfono con nadie. Soy un pelotudo pero grande, grande. Toda la vida tuve esa historia. Siempre estoy dispuesto, atiendo el teléfono, pero me tienen que llamar a mí, soy un rey.

—Un mimoso.

—No es orgullo.

—¿Vagancia?

—Vagancia. Es eso lo que me mata: la vagancia. Aunque sea muy activo en el trabajo y haga ocho funciones semanales con toda esta velocidad, soy un fiaca, toda la vida. Me lo decían mis padres: “Al gordito dejalo porque no se levanta de la silla”. A mi hermano mayor, pobrecito, que murió, Ricardo, le exigían todo: iba al gimnasio, era cintura chica, cola parada, rubio, de ojos verdes, parecido a mi papá. Yo era una vaca vieja, gorda, y entonces me di cuenta de que era distinto a él. Mi hermano tenía todos los elogios estéticos y yo todos los elogios intelectuales. Entonces, dije: “No hago gimnasia, no voy a educación física”, y me lo dejaron hacer. Una vaca, realmente. Lo bueno es que tengo una riqueza: soy un yacimiento, vaca muerta (risas).

—¿Alguna vez te importó lo estético?

—No. Únicamente la envidia, pero me quedo en mi casa. La persona que realmente lo tiene como una importancia se anota en un gimnasio, en un natatorio. Mi papá era presidente del Club Arquitectura, muy bacán, y me quiso enseñar a nadar. Tenía los mejores profesores de natación. Un día, uno de los que pertenecía a la línea fuerte le dijo: “¿Sabe qué, Enrique? -mi papá también se llamaba Enrique-. Empújelo, va a ver cómo aprende”. Y mi papá: “No, yo no hago eso”. “Yo se lo voy a hacer, ¿me da autorización?”. “Sí, sí”. Entonces, estaba parado al borde de la pileta y el hijo de puta me dio un empujón y me tiró en la parte honda. Creí que me moría. Me tuvieron que sacar agua como a Moby Dick, como una ballena.

—¡¿En serio?!

—¡Claro! Mi papá casi mata al profesor de natación. “Pero, ¿cómo le hizo esto? Le dije que no lo hiciera”. “Nueve de cada diez personas aprenden a nadar así. Tiene miedo al agua”. Después me preguntaba: “¿Vos le tenés miedo al agua?”. “No, si a mí me gustan las películas de Esther Williams, pelotudo. Veo los ballets acuáticos, les tengo mucha envidia, pero no sé hacerlo y no me interesa”.

—¿Y no aprendiste nunca a nadar?

—Nunca.

—¿Estás enamorado? ¿Te dan ganas de estar en pareja?

—No. Imaginate, con toda esta historia, ¿cómo le voy a exigir a otra persona que se banque esto? De ninguna manera, no me tengo ninguna confianza, ninguna estima en ese aspecto. Amigo de cualquiera, con un perrito divino, amigos, amigas, amigues, lo que sea, fenómeno. Ahora, ¿romances? Ya no está uno para estas cosas. Además, estás listo para sufrir. Si se presenta y se presenta, ¿qué querés que te diga? Pero es como que aparezca la Virgen de Fátima. No creo.

—¿Has sido muy enamoradizo?

—Calentón, que es otra cosa. Tampoco soy una buena pareja porque culo veo, culo quiero. No sirve. No llego a ser infiel porque no profundizo con nadie, entonces, no engaño a nadie.

—¿Cómo ves al país?

—Está cada día peor o igual, que es lo peor de todo. Siempre la misma historia. Tenemos una clase política que nace de nosotros y, como no estamos bien, lo que sale de nosotros no lo está tampoco. Es un toma y daca. Al principio le echaba la culpa siempre a la política, después me eché la culpa a mí y ahora sé que es una culpa compartida. Si por cualquier cosa hacemos las barbaridades que hacemos en nuestra vida personal y cotidiana, a veces destruimos nuestras propias vidas y no tenemos que manejar nada más que un pequeño universo, imaginate la gente que tiene que manejar sistemas. Es un desastre. Nadie hace las cosas para bien de todos. Esta pandemia pone en evidencia que el mundo no está preparado para la salud, de ninguna manera. Han colapsado todos los sistemas: los estatales, los privados, los mixtos, los países antiguos, los orientales, los occidentales. Todos han fracasado por un bichito de mierda que ni siquiera se ve. Esto nos muestra con una debilidad total.

—¿Cómo ves a Alberto Fernández?

—Lo veo bien, no quisiera estar en sus zapatos, pero es una persona dialoguista y serena. A veces se va de mambo, puede cometer errores, a veces no se pone el barbijo como se lo tiene que poner, no sigue ciertas reglas, pero es una persona a la que emparento con lo que me gustó siempre del político. Fui hincha de Raúl Alfonsín y lo escucho hoy en día al hijo, que no tiene la misma envergadura del líder, pero tiene las ideas que tenía el padre y son las mismas que tengo yo. Soy una especie de radical liberal de centro. Un desastre soy, pero me identifico mucho con esa gente.

—¿A Mauricio Macri le queda otra chance en la política argentina?

—En este país siempre hay una chance para cualquiera que nos vuelva a cagar. Con solo pensar en Menem... Todas las chances que tuvo y se nos reía en la cara. Era muy simpático, eso es una cosa que no tiene Macri ni vuelto a nacer. El Turco era simpatiquísimo, pero nos requetecontra cagó dos veces, tres veces, y lo siguieron votando. Menem tenía la estructura del Partido Peronista que, aunque no fuera peronista para nada, tiene eso de “somos todos compañeros” y hay que apoyar al jefe. Cosa que los radicales no tienen: uno va para un lado, otro para otro y empiezan con las internas. Pero sí, somos capaces de volver porque, como se lleva al desastre cada uno de los sistemas... La gente, ¿por qué votó a Macri? Porque tenía los huevos por el piso de las arbitrariedades y mala praxis del último gobierno de Cristina. Entonces, como el último gobierno de Cristina llevó a un desastre económico tremendo, la gente votó a Macri. ¿Por qué no lo volvió a votar? Porque Macri, en vez de arreglar todo eso, lo empeoró aún más, descuidando salud, seguridad, educación. No bajó la pobreza, no bajó la inflación, no bajó un carajo, te vas, te vas, te vas. Pero ahora, como están desesperados porque han perdido poder ciertos sectores y Cristina sigue estando, molestando... Se supone que la reforma judicial se hace para que Cristina no vaya presa. Evidentemente, el Gobierno está debilitado porque una parte de la población que lo votó apoya a Alberto, pero la otra parte que lo votó ya está arrepentida, dice: “Que vuelva Macri porque es preferible a este señor que no hace nada porque lo domina la bruja”. Entonces, es muy posible que pueda volver Macri, por oposición. Es muy posible. ¿Por qué no? Él se va a presentar. Espero que no gane, porque que te caguen dos veces, ya no. ¿Una persona te hace un hijo y después no te lo reconoce? Bueno, una vez. Pero ya la segunda vez, por más que estés a favor de la natalidad, que se vaya a la mierda ese señor, que la ponga en otro lado.

—Recién mencionabas a Cristina, aparece poco.

—Aparece poco porque sabe, es una política muy astuta, que así como una parte la idolatra y la quiere, la otra parte la quiere matar. No es tonta. Por eso eligió la fórmula y le dio un resultado espectacular en las PASO y, después, la posibilidad de sacarlo a Macri sin segunda vuelta. Entonces dijo: “Esto dio resultado, lo que tengo que hacer es meterme en la Cámara del Senado y manejar las cosas desde ahí, pero no hablar”. Cuando habla para una parte de nuestra población, la caga; entonces mejor que no.

—¿Qué es lo primero que vas a hacer cuando se termine todo esto?

—Reunirme con amigos, ir a una cena como la gente. Ir al Edelweiss, al Piégari, donde iba siempre. Espero que sigan abiertos. Volverme a reunir, eso es lo que voy a hacer.

—¿Te vas a vacunar cuando esté la vacuna?

—Voy a matar al que esté adelante mío.

—Hay gente que tiene miedo.

—A los 81 años, miedo al espejo nada más. En vez de estar esperando que me venga el virus envuelto en una visita, que venga en la vacuna y adelante con los faroles. No voy a ser chanchito de indias, desde luego. Una vez que esté probada y comprobada, voy a estar primero. Y el que se me cuele, lo mato.

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