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El modesto club neozelandés logró un empate inolvidable ante Boca en el Mundial de Clubes, un resultado que trascendió lo deportivo y marcó un antes y un después en la vida de sus jugadores.
Miércoles 20 de Agosto de 2025
11:56 | Miércoles 20 de Agosto de 2025 | La Rioja, Argentina | Fenix Multiplataforma
El fútbol, en ocasiones, ofrece momentos que trascienden el resultado y se convierten en hitos personales y colectivos. Tal fue el caso del empate 1-1 entre Boca Juniors y Auckland City en el Mundial de Clubes 2025, disputado en Estados Unidos. Para el conjunto neozelandés, compuesto mayoritariamente por futbolistas semiprofesionales que combinan el deporte con trabajos cotidianos, el resultado significó mucho más que un punto: fue una experiencia transformadora.
Gerard Garriga, mediocampista catalán de 32 años y titular en aquel partido, definió el empate como “más importante que ganar la liga de Nueva Zelanda o la Champions de Oceanía”. El equipo, que entrena apenas tres veces por semana y cuyos jugadores deben mantener empleos paralelos, enfrentó al Xeneize con humildad y determinación. Tras sufrir goleadas ante Bayern Múnich y Benfica, el duelo ante Boca fue visto como una oportunidad única, y el resultado fue celebrado como una hazaña.
El impacto del partido no se limitó al plano emocional. Auckland City recibió una recompensa económica de un millón de dólares por el empate, una cifra que representa más de 10.000 veces lo que sus jugadores perciben semanalmente. Este ingreso histórico será repartido entre futbolistas y cuerpo técnico, marcando un punto de inflexión en la economía del club.
Las historias personales detrás del equipo reflejan la magnitud del logro. Christian Gray, autor del gol del empate, es maestro de educación física en dos escuelas y confesó que tras el torneo debía ponerse al día con tareas acumuladas. Sebastián Ciganda, arquero suplente, trabaja como limpiador de piscinas y pidió vacaciones para poder viajar; de no haberlas obtenido, habría renunciado.
Además del resultado, los jugadores quedaron profundamente impactados por la hinchada de Boca. Garriga relató que la intensidad de los cánticos lo acompañó incluso durante su vuelo de regreso a España, donde seguía escuchando mentalmente el “Dale Boca” que retumbó durante los 90 minutos.
Este empate, que para Boca significó el cierre de una participación discreta en el torneo, se convirtió para Auckland City en una vivencia inolvidable. En palabras de Garriga, “es algo que cuando seas abuelo se lo vas a contar a tus nietos porque es irrepetible”. Así, el fútbol volvió a demostrar que su poder va más allá de los títulos: puede cambiar vidas, inspirar sueños y escribir historias que perdurarán para siempre.
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