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El ex mandatario uruguayo falleció a los 89 años, enfermo de cáncer. Luchó contra el sistema político, estuvo preso 14 años pero se adaptó a las reglas del sistema democrático y se convirtió en su figura más popular.
Martes 13 de Mayo de 2025
16:21 | Martes 13 de Mayo de 2025 | La Rioja, Argentina | Fenix Multiplataforma
La muerte de José Mujica fue anunciada por el presidente uruguayo Yamandú Orsi. Desde hacía tiempo, el ex presidente (2010-2015), popularmente conocido como “el más pobre del mundo”, decía que era parte de una generación que se está yendo. Pero en abril del año pasado ese comentario dejó de ser un lugar común de un veterano sabio para convertirse en una realidad probable.
“Con profundo dolor comunicamos que falleció nuestro compañero Pepe Mujica. Presidente, militante, referente y conductor. Te vamos a extrañar mucho Viejo querido. Gracias por todo lo que nos diste y por tu profundo amor por tu pueblo”, informó Orsi.
Mujica llamó de forma sorpresiva a una conferencia de prensa para anunciar él mismo que tenía cáncer de esófago. Después de eso vinieron 32 sesiones de radioterapia, la desaparición de los indicios del tumor y una dolorosa recuperación con varias internaciones por los problemas para alimentarse que sufrió el histórico dirigente de la izquierda.
Pero luego llegó la noticia que sonó como definitiva. Otra vez él mismo, en enero de 2025 y en este caso en una entrevista con Búsqueda, informó que su cáncer había hecho metástasis y dejó un mensaje de despedida a la población. “Hasta acá llegué”, dijo, y pidió que lo dejaran tranquilo, que no le solicitaran más entrevistas, que le dejaran atravesar la etapa final de su vida en su chacra, andando en tractor y recorriendo sus plantaciones.
Ese pedido no se cumpliría. Debilitado, Mujica seguiría siendo parte de la vida política de Uruguay y en su chacra recibiría a presidentes, ex mandatarios, periodistas y artistas. También tendría tiempo para salir de su casa a actos militantes y para la asunción del nuevo Parlamento y el nuevo presidente de Uruguay.
En esa entrevista, Mujica comentó que su vida fue “un poco una novela”, en la que la presidencia fue “una pavada”. Es que su historia es la de un viejo guerrillero, el héroe para miles y el villano de otros tantos, que se integró a la política formal y llegó al máximo cargo al que puede aspirar un dirigente. Pero no fue un presidente más de Uruguay: su forma de vida y su filosofía lo llevaron a ser un personaje atractivo en todo el mundo.
Mujica murió este lunes en su chacra de Rincón del Cerro, a las afueras de Montevideo. El domingo, día de las elecciones departamentales en Uruguay, no había podido ir a votar. “Está en una meseta, está a término”, dijo a Radio Sarandí su esposa, Lucía Topolansky. “Estoy hace más de 40 años con él y voy a estar hasta el final. Eso es lo que le prometí”, agregó.
Su último deseo fue que sus restos se entierren en su chacra, donde también descansa uno de sus amores que también lo hizo distintivo: su perra de tres patas, Manuela.
El padre de Mujica murió cuando él tenía siete años y su madre, Lucy Cordano, fue la encargada de su crianza y también de la de su hermana menor. Vivían en una vivienda del Paso de la Arena, un barrio de clase media baja, ubicado en la zona semi rural de Montevideo, cerca de la chacra del final de sus días.
José Mujica fue preso por primera vez en 1964 por robar el depósito de una fábrica de Montevideo. Lo hizo porque era tupa –un integrante del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, el principal grupo armado de Uruguay en la década de los 60– y había que juntar dinero para la organización. Estuvo en la cárcel más de ocho meses por hurto, según narra el libro Una oveja negra al poder, de Andrés Danza y Ernesto Tulbovitz.
La segunda vez cayó en 1970 y 1972, cuando fue detenido por ser tupamaro y luego logró escaparse. En el 70 lo encontraron en un bar de Montevideo y Mujica amenazó con resistirse. Pero le dieron seis balazos que lo llevaron a estar cerca de la muerte. Otra vez escapó y otra vez volvió a caer.
Su caída definitiva fue en agosto de 1972 y no saldría hasta marzo de 1985. Estuvo en la cárcel durante toda la dictadura militar del país, que se inició en 1973 y finalizó en 1985, cuando Julio María Sanguinetti asumió la Presidencia del país. En esa oportunidad fue catalogado como uno de los ocho jefes de los guerrilleros.
Estuvo preso en un lugar sin ventilación ni colchones. Y se volvió loco: empezó a hablar con las hormigas, a tener delirios y terminó internado en el Hospital Militar. “A principios de los 80 me llevaron al Hospital Militar. Tenía una persecuta de la gran puta, no paraba de tener visiones y cosas así. Vino una psiquiatra a atenderme. Me dio un puñado de pastillas y nunca tomé ninguna”, contó en el libro. Pero la mujer recomendó que lo dejaran leer y escribir y su vida cambió por completo.
Mientras le llevaba libros a su hijo prisionero, la madre de Mujica pensaba en su interior: “Pepe va a llegar a ser presidente”. Nunca se lo dijo, pero décadas después el tiempo le terminó dando la razón.
Con el colorado Julio María Sanguinetti en la Presidencia, Mujica comenzó a militar en la reconstrucción del Movimiento de Liberación Nacional (MLN). Su figura creció y con sus reflexiones cautivó a los jóvenes que se acercaban al espacio. El dirigente hablaba de la importancia del perdón, de superar al pasado y de tener apertura a distintas ideologías.
“No acompaño el camino del odio, ni aun hacia aquellos que tuvieron bajezas con nosotros. El odio no construye. Esto no es pose demagógica, no es cosa de andar eludiendo el bulto, de poner una cara linda: es cosa de principios”, dijo en su primera arenga, según reconstruye el libro de Danza y Tulbovitz.
Tras salir de la cárcel, el viejo guerrillero dejó de lado ese período de lucha contra el sistema político –que fue una de las causas de la cruel dictadura que sufrió Uruguay durante 12 años y sobre la que todavía quedan heridas abiertas– para adaptarse a las reglas del juego democrático, ser legislador durante cuatro períodos, liderar el movimiento más votado y llegar a ser presidente.
Mujica llegó al Parlamento por primera vez en 1995 en una pequeña moto Yamaha, vestido con vaqueros y camisa de jean, y la estacionó delante de los autos. Así comenzó el mito. En las elecciones de 1999 –en las que Jorge Batlle fue electo presidente–, su sector político, el Movimiento de Participación Popular (MPP) fue el más votado, algo que se repetiría en las siguientes cinco elecciones.
Durante 2005, durante el primer gobierno del Frente Amplio, Mujica fue ministro de Ganadería de Tabaré Vázquez y, de a poco, comenzó a asomar su candidatura a la Presidencia para el 2009, un cargo al que –al menos decía– no se imaginaba llegar.
En 2005, Mujica descartaba por completo esa posibilidad y lo hacía con varias excusas. Que estaba viejo, que tenía dificultades para ser un “buen administrador”, que no era “masón ni universitario”, que era “sapo de otro pozo”. “Esa verga no es para mí”, le dijo a los periodistas en ese entonces. Pero mientras él descartaba la posibilidad, su candidatura maduraba. ¿Era una estrategia? Mujica corrió por afuera la carrera presidencial hasta que confirmó que sería candidato. Le ganó la interna a Danilo Astori –el ministro de Economía de Tabaré Vázquez y un sinónimo de tranquilidad para los mercados.
La llegada de Mujica a la Presidencia fue de muchas promesas, algunas disparatadas y que nunca se concretarían, como la intención de dividir Uruguay en seis regiones y no en 19 departamentos. Pero también fue un gobierno de algunos cambios estructurales.
En su primer discurso como presidente ante el Parlamento, Mujica prometió “educación, educación y, una vez más, educación”. En su mandato no logró una buena sacudida, pero logró jerarquizar la educación destinada a transmitir oficios y creó la Universidad Tecnológica.
Durante su mandato también se concretó el cambio de la matriz eléctrica (con la incorporación de la energía eólica, solar y los biocombustibles), apostó por una nueva terminal regasificadora (que terminó fracasando y provocó pérdidas millonarias para el Estado) y concretó una nueva interconexión eléctrica con Brasil. Las empresas públicas aumentaron su inversión, lo que generó un mayor dinamismo de la economía pero también un aumento del déficit –cuestionado por la oposición y dentro del Frente Amplio, pero “necesario” para Mujica.
En su período también se aprobaron leyes sociales. Después de un homicidio que conmocionó a la sociedad, Mujica promovió la legalización de la marihuana. La ley fue aprobada en 2013, pero la venta legal recién se concretaría en 2017, durante la segunda gestión de Tabaré Vázquez. Además, se aprobó la despenalización del aborto –que había sido vetada por Vázquez en el primer gobierno de la izquierda– y el matrimonio igualitario.
José Mujica dejó la Presidencia con 80 años y pensó en ser de nuevo candidato. Las encuestas siempre lo mostraron como uno de los políticos más populares del país, pero asumir un nuevo gobierno con 85 podía ser un riesgo. Cuando Luis Lacalle Pou era un candidato cantado para las elecciones de 2019, se cruzó con Mujica en el baño del Palacio Legislativo (el Congreso de Uruguay) y se lo consultó, según narró Danza, el biógrafo del ex presidente fallecido.
Mujica finalmente no fue candidato, pero fue una de las cartas que tuvo que buscar el presidenciable de la izquierda de ese año, Daniel Martínez. Antes del balotaje, el postulante anunció que Mujica sería ministro de Ganadería si ganaba la elección. Finalmente no sucedió.
El ex presidente asumió en el Senado, aunque renunció a los pocos meses en una salida conjunta con Sanguinetti. Pero lejos estuvo de desaparecer de la agenda: cada opinión que daba desde su chacra tenía impacto en la ciudadanía y en el sistema político. También participó de varios encuentros junto a Sanguinetti y al otro ex presidente vivo, Luis Alberto Lacalle, en un gesto democrático destacado.
Mujica extrañó durante la campaña electoral poder participar de varios actos y recorridas por el país como solía hacerlo, pero de todas formas dijo presente en algunos eventos apoyando a su delfín.
El periodista Leonardo Haberkorn escribió en una columna en El Observador que Mujica en su juventud malinterpretó la “realidad política y el ánimo popular”, y cometió “errores enormes que contribuyeron a llevar al Uruguay al momento más negro de su historia”. Sin embargo, destacó que al final de su vida fue un “lúcido decodificador del clima político y de las ilusiones colectivas de la mayoría de sus compatriotas”.
Enferma de cáncer y desde su chacra, Mujica fue una pieza clave para que el Frente Amplio volviera al poder. El MPP, su sector, tuvo una votación histórica y tiene una amplia bancada en el Parlamento. A la hora 20.30 del 24 de noviembre de 2024, Mujica –sentado al lado de su esposa, Lucía Topolansky– vio por televisión que su candidato, Yamandú Orsi, era el presidente electo de Uruguay. Y, probablemente, en ese momento pensó que su legado continúa.
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