A diferencia de EE.UU., la independencia de Canadá de Reino Unido no ocurrió de forma abrupta por una guerra, sino a través de un largo proceso de muchas décadas que aún les permite mantener vínculos con la Corona británica.
22:00 | Domingo 01 de Junio de 2025 | La Rioja, Argentina | Fenix Multiplataforma
Cuando el rey Carlos III ofreció un discurso el 27 de mayo durante el inicio del periodo de sesiones del Parlamento de Canadá en Québec, hubo críticos que vieron una paradoja en el hecho de que en sus palabras el monarca inglés reivindicara la "soberanía" del país norteamericano.
"Honestamente, el hecho de que [el primer ministro] Mark Carney haya dado el primer paso para traer al soberano de un país extranjero para reafirmar la soberanía y la identidad canadienses demuestra un nivel indescriptible de desconexión con los quebequenses y nuestra historia", se quejó Paul St-Pierre Plamondon, líder del Partido Quebequense, que aboga por la separación de esa provincia francófona de Canadá.
Sin embargo, numerosos medios y analistas no pusieron su foco en la supuesta paradoja y, más bien, interpretaron esa reivindicación de la soberanía canadiense como algo que no estaba relacionado con la antigua metrópoli colonial, sino como un mensaje a Estados Unidos, cuyo presidente, Donald Trump, cuestionó en los últimos meses la independencia de Canadá, diciendo en repetidas ocasiones que debería ser el estado 51 estadounidense.
Bajo esta perspectiva, la visita de Carlos III formó parte de la respuesta de Canadá a Trump.
De hecho, el discurso leído por Carlos III ante el Parlamento fue escrito por el gobierno del primer ministro Mark Carney, quien dijo que la visita del monarca "subraya la soberanía de nuestro país".
Así, la presencia de Carlos III era más un elemento simbólico que sirvió para transmitir un mensaje y destacar una diferencia clave entre las historias de EE.UU. y Canadá: la persistencia en el tiempo del vínculo con la Corona británica.
Y es que mientras EE.UU. rompió ese lazo hace casi 250 años, Canadá es una monarquía constitucional, que comparte su Jefe de Estado -Carlos III- con Reino Unido, Australia, Nueva Zelanda y otros 11 estados insulares del Caribe y Oceanía.
El primer ministro de Canadá, Mark Carney, junto al rey Carlos III.
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El primer ministro de Canadá, Mark Carney, junto al rey Carlos III.
Impacto revolucionario
Además de estar unidos por la frontera terrestre más larga del planeta -unos 8.893 kilómetros-, EE.UU. y Canadá tienen en común importantes coincidencias históricas, pues ambos países fueron creados en territorios arrebatados por los colonizadores europeos a los aborígenes.
Posteriormente, ambas naciones han seguido creciendo gracias a la inmigración y se han convertido en modernas sociedades multirraciales, con economías desarrolladas y con una alta calidad de vida.
A pesar de estas similitudes, a lo largo de su evolución estos Estados vecinos han tomado senderos políticos y culturales distintos.
Entre las causas de esas diferencias, algunos apuntan a un elemento histórico: el mantenimiento del vínculo (en el caso de Canadá) o la ruptura (en el de EE.UU.) con la monarquía británica.
Esa fue una diferencia fundacional pues, de hecho, en el momento de crearse Estados Unidos hubo personas que migraron desde esa naciente nación hacia Canadá, precisamente debido a que querían seguir siendo leales a la Corona.
La guerra de independencia estadounidense, además, dejaría una marca duradera.
"Canadá es un país en el que nunca ha habido una revolución como la de Estados Unidos. Hubo una revuelta entre 1837 y 1838 en lo que hoy es parte de Ontario, pero no fue un intento de romper con la monarquía, sino de democratizar el sistema", cuenta Daniel Béland, director del Instituto McGill para el Estudio de Canadá y profesor de Ciencias Políticas en la Universidad McGill, en conversación con BBC Mundo.
"No nos separamos de Reino Unido como lo hizo Estados Unidos. Y eso también forma parte de nuestra cultura política, más centrada en la paz, el orden y el buen gobierno que en este tipo de individualismo a ultranza en el que el Estado se percibe como una amenaza a la libertad. Hay quienes en Canadá piensan así, pero no es tan fuerte como en Estados Unidos", agrega.
Béland recuerda que en la década de 1990, el sociólogo y politólogo estadounidense Seymour Martin Lipset publicó un libro en el que comparaba a ambos países y desarrollaba una tesis según la cual una de las principales diferencias entre estos era que, luego de la llamada Revolución estadounidense (guerra de independencia), EE.UU. desarrolló una cultura política más radical, caracterizada -entre otras cosas- por tener posturas contrarias al Estado y al gobierno.
"En Estados Unidos existe una cultura política con un fuerte énfasis en la libertad, especialmente la libertad personal, hasta un punto que no se encuentra en Reino Unido ni en Canadá. Reino Unido también ejerció una fuerte influencia en EE.UU., pero ese país desarrolló una cultura y un sistema político completamente nuevos después de su independencia. Mientras tanto, Canadá decidió modificar gradualmente algunas cosas, pero nunca se separó de Reino Unido, lo que significa, por supuesto, que la influencia británica ha sido más duradera que en Estados Unidos", apunta.
"Canadá, a diferencia de EE.UU., desarrolló un enfoque de las políticas públicas que prioriza la necesidad de la redistribución, de la solidaridad, de la ciudadanía compartida e incluso de políticas universales que protejan a todos, como la atención médica", agrega.
Activistas a favor del derecho a portar armas en EE.UU.
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Desde la independencia, en EE.UU. las libertades individuales han tenido un gran peso, mientras que el Estado ha sido visto con recelo por una parte de la población.
El gradualismo canadiense
Las diferencias entre ambas naciones norteamericanas también se originan, en parte, en la propia forma como fue concebida Canadá.
"Canadá se creó en 1867, en cierto modo, como un intento de reducir la influencia estadounidense y evitar que las colonias británicas que quedaban al norte y al oeste se convirtieran en parte de Estados Unidos. Era una forma de protegerlas de esa posibilidad. Así que surgió la idea de construir un tren que cruzara el país de este a oeste, porque EE.UU. es un país mucho más grande en términos de población y economía, y tiene un fuerte atractivo por su gran poder económico, etc. Y creo que el proyecto de Canadá, en cierto modo, consiste en no convertirse en Estados Unidos", afirma Béland.
Y, mientras EE.UU. estableció rápidamente un nuevo sistema y una nueva cultura política, Canadá avanzó muy lentamente, al punto de que no fue hasta la década de 1960 cuando tuvo su propia bandera -una que no incluyera referencias a la británica-. Además, tuvieron que transcurrir más de 100 años entre la creación del país en 1867 y la "patriación" de la Constitución, ocurrida en 1982.
"Canadá se independizó de Reino Unido gradualmente. El último momento en el que realmente logramos la independencia fue en 1982, cuando se produjo la 'patriación de la Constitución, para que nuestro propio Parlamento pudiera enmendarla, ya que antes teníamos que pasar por el Parlamento británico para cambiarla. Pero aunque ahora somos independientes de Reino Unido, seguimos siendo una monarquía constitucional", apunta Béland.
"Así que hemos creado nuestra propia cultura política y nuestras instituciones no son idénticas a las de Reino Unido. Tenemos un sistema federal, que no existe en Reino Unido y todo eso. Así que es un sistema propio, aunque los elementos británicos son muy visibles", añade.
Manifestación a favor de los servicios públicos en Canadá.
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El acceso universal a servicios sociales como la atención sanitaria es un elemento distintivo de Canadá.
Influencia británica
Medio siglo después de su creación, Canadá seguía muy ligada a Reino Unido, al punto que hasta la década de 1930 su política exterior estaba básicamente sincronizada con la británica.
"Cuando entramos a la I Guerra Mundial, no teníamos alternativa. Éramos parte del Imperio británico", destaca Déland.
Ese vínculo también se refleja en sus instituciones políticas como, por ejemplo, su sistema parlamentario.
También había un fuerte vínculo entre las instituciones judiciales, ya que durante mucho tiempo -hasta 1949- el tribunal de mayor peso de Canadá, por encima incluso de la Corte Suprema, estaba ubicado en Londres: era el Comité Judicial del Consejo Privado, que aún sigue siendo el más importante para varios países de la Mancomunidad de Naciones.
Pero quizá dónde es más notable la influencia británica en Canadá (y dónde más se nota el contraste con EE.UU.) es en la visión que se tiene del Estado, en las instituciones, en las políticas sociales y en el estado de bienestar.
En Canadá, el Estado tiene un mayor peso que en EE.UU.
"En cuanto a la política social y el estado de bienestar, creo que existe una conexión británica en el sentido de contar con programas sociales universales que cubran a toda la población. Ese es el caso, por ejemplo, de la atención médica", dice Béland.
En 1942 se publicó en Reino Unido el llamado Informe Beveridge, que sirvió como hoja de ruta para la creación del estado de bienestar con atención sanitaria gratuita y universal, así como con un sistema social contributivo que permitiría a toda la población acceder beneficios de maternidad y de desempleo, así como al cobro de jubilaciones, entre otras medidas.
"El Informe Beveridge de 1942 tuvo una gran influencia en Canadá y, un año después, publicamos nuestro propio informe sobre el tema. Así, este informe tuvo una influencia directa en Canadá y en elementos como las políticas sociales universales, incluyendo la atención médica y las pensiones. Creo que existe un vínculo británico bastante claro", afirma Béland.
Soldados canadienses de la I Guerra Mundial.
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Como parte del Imperio británico, Canadá entró a la I Guerra Mundial antes que EE.UU.
Un vecino de mucho peso
Pero, aunque haya dejado su huella en políticas e instituciones, el vínculo con Reino Unido se ha ido debilitando con el tiempo, mientras ha crecido la influencia de Estados Unidos, que se ha convertido en el principal socio comercial de Canadá.
"La influencia estadounidense también es muy fuerte culturalmente, en el cine, la cultura pop, la economía, el estilo de vida, los autos o la arquitectura", dice Béland.
Sin embargo, el experto señala que Canadá también se nutre de un fuerte vínculo con Francia, especialmente en regiones como Québec, donde la influencia de París se siente mucho en el sistema legal, así como en el secularismo, la separación del Estado y de la Iglesia.
Québec es probablemente uno de los lugares de Canadá donde la visita de Carlos III fue más cuestionada y menos bienvenida.
"Invitar al rey a leer el discurso no fue bien recibido por muchos quebequenses, en especial por los nacionalistas, pero el mensaje de que Canadá debe seguir siendo soberano y oponerse a que se convierta en el estado 51 de EE.UU., creo que es algo que también es popular en Québec", señala Béland.
"La decisión de invitar a Carlos III no fue tanto para complacer a los canadienses que aman a la monarquía, sino para enviar un mensaje al mundo y, especialmente, a Trump: Canadá es tan fuerte y libre como ha dicho el rey", concluye.