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Cronología de un quiebre: los episodios de una guerra fría entre Kicillof y CFK que el PJ no logra superar

El desdoblamiento electoral del Gobernador fue el corolario de un proceso de emancipación de la conducción de la ex presidenta. Resquemores y necesidades en el mundo K

Sábado 12 de Abril de 2025

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09:34 | Sábado 12 de Abril de 2025 | La Rioja, Argentina | Fenix Multiplataforma

 

“Cristina es la conducción, vamos a ver si lo entienden

Somos soldados de Perón, y la Patria no se vende

Yo siempre te voy a seguir, no me importa lo que digan

Y si querés otra canción, Vení, te presto la mía”.

El viernes 20 de septiembre de 2023, un puñado de horas antes de que arranque la última primavera, Máximo Kirchner alentó a la militancia y la dirigencia de La Cámpora a que entonen un nuevo himno del cancionero ultra K. Fue en el microestadio del club Atenas de La Plata, a unas cuadras de la Gobernación, la casa política de Axel Kicillof.

La dirigencia camporista montó un acto que dinamitó la relación con el Gobernandor. Le dedicaron una canción a uno de los propios, al que, hasta ese entonces, todos reconocían como el hijo político de Cristina Kirchner. Más de una década atrás le habían compuesto un tema a Sergio Massa, al que trataban de traidor. En esta oportunidad, el traidor había cambiado de nombre y apellido.

El mensaje del camporismo fue contundente en ese acto. Antes de que Kirchner se subiera al escenario central, estilo 360°, la militancia desplegó una bandera histórica: “Nada sin Cristina”. El mensaje de todo el acto fue bien claro. Para que a nadie le queden dudas. Hay una sola jefa y una sola conductora. Es ella. El resto, acompaña.

Ese día el kirchnerismo duro terminó de trazar una línea divisoria que había empezado a dibujarse tres años atrás, luego de la derrota del peronismo bonaerense en las PASO del 2021. El 19 de septiembre y tras un encuentro con la ex presidenta en El Calafate, Kicillof anunció un cambio gabinete bajo la consigna de “fortalecer la gestión provincial”.

La expresión protocolar sirvió para ocultar, por un mínimo tiempo, el enojo real que tenía el Gobernador por una decisión que no avaló. La modificación ejecutada por la entonces Vicepresidenta golpeó en el corazón del kicillofismo. Pidió la cabeza de Carlos Bianco, mano derecha y hombre de extrema confianza del economista, que tuvo que dejar la Jefatura de Gabinete y convertirse en jefe de Asesores de la gobernación.

En su lugar ingresó el entonces intendente de Lomas de ZamoraMartín Insaurralde. El jefe comunal, que mantenía una sociedad política sólida con Máximo Kirchner, desembarcó en el Gabinete con el respaldo de un importante grupo de intendentes del conurbano. En esa movida ministerial también ingresó al ministerio de Infrastructura, que tenía a cargo el kicillofista, Agustín Simone, el intendente de Malvinas Argentinas, Leonardo Nardini.

Desde que comenzó su mandato Kicillof recibió una crítica sistemática. Los intendentes y el cristinismo le cuestionaban su armado de poder. Lo acusaban de haberse cerrado en su círculo más chico. “Quiere gobernar con los compañeros de la facultad”, se queó, en aquel entonces, un camporista con apellido pesado.

El cambio de gabinete fue un punto de inflexión en la relación entre Cristina Kirchner y Axel Kicillof. Ese episodio abrió una línea del tiempo marcada por los desencuentros entre la ex presidenta y el gobernador bonaerense, que siempre estuvo convencido de que aquel día del 2021 le habían intervenido el gobierno. Esa jugada implicaba limitar su poder de decisión en el radar de la gestión y la conducción política de la provincia.

El 30 de septiembre del 2023, veintidos días antes de las elecciones presidenciales, se viralizó un video de Insaurralde junto a una modelo. Estaba en Marbella, bebiendo un champagne caro y arriba de un jate de lujo. Fue una bomba inesperada que estremeció al peronismo, que trataba de sobrellevar en campaña la interna que había carcomido sus bases durante los conflictivos años de gestión.

Un día después el lomense presentó la renuncia como funcionario bonaerense. Kicillof no dudó ni un minuto en aceptársela. En La Plata aseguran que durante ese tiempo Insaurralde utilizó la jefatura de Gabinete para la “rosca política” y no para la gestión. Pormenores de los distintos hechos que fueron aumentando la tensión en el vínculo entre el Gobernador y la familia Kirchner. Cuando arrancó el nuevo mandato, Bianco volvió al mismo lugar del que lo habían sacado. Ojo por ojo.

El 24 de junio del 2023 fue el último día para presentar las candidaturas de la elección ejecutiva. Kicillof esperó que le sonara el teléfono para ir a firmar su candidatura a gobernador junto a Verónica Magario. La llamada nunca llegó. Cerca de las 21, a poco más de tres horas del vencimiento del plazo, ambos aparecieron intempestivamente en la puerta de la casa oficial del Jefe de Gabinete. Pasaron, firmaron y salieron. Acortaron los márgenes de la especulación.

Esa reunión donde se definían las candidaturas la protagonizaban Máximo Kirchner y Martín Insaurralde, junto a un pequeño grupo de intendentes cercanos como Gustavo “Tano” Menéndez, Ariel Sujarchuk y Juan Pablo de Jesús, además de la mano derecha del lomense y actual intendente, Federico Otermin. En esa mesa estaba la lapicera que definía los nombres y los lugares.

De esa casa habían salido rumores sobre cuatro nombres para reemplazar a Magario en la vicegobernación: el del propio Insaurralde, el de las camporistas Daniela Vilar y Fernanda Raverta, y el de Malena Galmarini. Kicillof respaldó a Magario y selló en ese minuto una alianza fuerte con La Matanza, el municipio más poblado de la provincia, donde se juega gran parte de la elección bonaerense.

Para ese momento, Kicillof había resistido la presión del líder camporista para ser candidato a presidente de Unión por la Patria (UP). CFK había convalidado su resistencia. Por eso, con el paso del tiempo y el aumento de los contrapuntos, en la orga empezaron a remarcar que la ex presidenta lo había protegido tanto a Kicillof que hasta había ido en contra del pedido de su hijo. “Es un desleal y un desagradecido”, repetían en el seno camporista.

En ese cierre de listas quedaron heridos Andrés “Cuervo” Larroque y Jorge Ferraresi. Ahí se empezó a gestar una revolución K contra la mesa de decisiones comandada por el líder camporista, que para ese entonces ya estaba enfrentado con Larroque, quien había sido su amigo y aliado. Se inicio un proceso de puja de poder para desarticular el modo de definiciones y poner al Gobernador en esa mesa donde se toman las determinaciones fuertes de la estrategia electoral.

En ese marco conflictivo y de desconfianza, el miércoles 6 de septiembre de 2023, Kicillof pronunció una frase que se convirtió en un sello histórico de la confrontación con La Cámpora. Fue durante un acto con Juan Grabois y Ofelia Fernández, donde empezó a hablar de nuevas canciones y un cambio de época. El poskirchnerismo. La apertura de una nueva etapa política.

“No vamos a entusiasmar demasiado con una propuesta nostálgica. Perón, Evita, Néstor y Cristina son los mommentos más gloriosos que vivió nuestro país. Pero hay que darle un carácter de época nuevo y generacional. Tiene tufillo a esas bandas de rock que tocan los viejos grandes éxitos. Va a haber que componer una nueva (canción), no una que sepamos todos”.

La reacción del cristinismo fue taxativa. Abordado por la prensa, Máximo Kirchner dijo: “Yo no me dedico a la música”. Mayra Mendoza salió a la par: “Hay que ser respetuoso siempre, con mucho cuidado de lo que se dice, porque genera sentido”. En La Cámpora siempre entendieron que esa frase de Kicillof tenía un único sentido: jubilar a Cristina Kirchner. A partir de ahí empezaron a considera que el objetivo real del Gobernador esa sacarse de encima a su mentora y convertirse en el nuevo líder del peronismo.

El sábado 13 de abril, en la Quinta de San Vicente, el “Cuervo” Larroque, después de un verano sin sobresaltos, reactivó la interna kirchnerista con un mensaje incendiario. “¿Qué es la conducción de Cristina? ¿Que tres ñatos te manden un WhatsApp?“, dijo en un acto con militantes del que también formaba parte Kicillof. En La Cámpora lo revatieron con rápidez y lo trataron de hipócrita. Aseguraron que él había sido, durante un largo tiempo, uno de esos ”ñatos de WhatsApp". “Él era uno de los que bajaba las órdenes de CFK”, señalaron.

Desde ese preciso instante hasta la actualidad, el mundo K vivió una guerra interna sin precedentes. El ex secretario general de La Cámpora cuestionó el liderazgo de CFK por primera vez. Lo había hecho desde adentro del kirchnerismo. Ahí residía parte de la novedad. Kicillof dio luz verde a la construcción de un esquema autónomo de las órdenes de los Kirchner y se desató una batalla sin límites claros.

El 27 de abril la ex mandataria encabezó un acto en Quilmes. Kicillof fue sentado en la primera fila. La ex presidenta no lo nombró. No lo registró. El Gobernador no participó de la foto política con intendentes previa al acto. Y tampoco fue invitado a subir al escenario, donde tuvieron su lugar Mayra Mendoza, Máximo Kirchner y Eduardo “Wado” de Pedro. La distancia, que ya estaba marcada, se acentúo.

En la línea del tiempo del 2024 se fueron aclopando distintos momentos fundamentales para entender cómo se llegó al estallido final, el día que Kicillof decidió desdoblar la elección bonaerense de la nacional. Cómo se pasó de la verticalidad a la horizontalidad en un esquema tan ordenado como el que construyeron los Kirchner.

El martes 1 de octubre del año pasado Cristina Kirchner hizo un sorpresivo desembarco en La Matanza. Visitó la parroquia San José, que conduce el padre “Tano” Angelotti. Kicillof, que estaba de viaje en México, se enteró a través de los medios de comunicación. En el código de la política doméstica, la ex presidenta le marcó la cancha. Le pisó el territorio sin aviso previo. “¿Cristina tiene que pedir permiso?“, se preguntaron en el Instituto Patria. Cuestión de jefaturas y liderazgos.

El jueves 3 de octubre del año pasado “Wado” de Pedro y Mayra Mendoza activaron un operativo clamor para que CFK sea la presidenta del PJ. Al pedido se fueron sumando distintos dirigentes del mundo K. La candidatura iba en detrimento de la campaña que, varias semanas atrás, había lanzado el gobernador de La Rioja, Ricardo Quintela, que buscaba ser el presidente del consenso peronista. No pudo.

El mensaje de apoyo de Kicillof a la ex mandataria nunca llegó. Los dirigentes más cercanos a CFK se lo hicieron saber por diferentes vías. Lo trataron de desleal y lo acusaron de estar motorizando un proyecto personal. Le recordaron que había llegado a la gobernación por el dedo de Cristina y que se debía a ella. El Gobernador se reveló y con su silencio, funcional al reclamo de Quintela de competir en una interna, desgastó la autoridad y el liderazgo de la ex presidenta.

El martes 15 de octubre la ex jefa de Estado y el Gobernador se reunieron durante tres horas en la oficina que Mariano Recalde tiene en San Telmo. CFK le reclamó que no la haya apoyado en su candidatura al PJ y le pidió que baje el acto programado por su esquema político para el jueves 17, en Berisso, con el objetivo de celebrar el Día de la Lealtad. Kicillof no accedió. La reunión terminó mal. No hubo acuerdo en ningún punto.

En el acto que encabezó en el conurbano bonaerense dos días después de esa reunión, el Gobernador dijo que “los mejores días fueron con Cristina” y que no le interesaba disputar una interna. Es lo que estaba haciendo en ese preciso momento. El cristinismo decodificó el mensaje en la misma sintonía que aquel de la “nueva canción”. Habló de CFK en pasado, como si ya fuera historia. La quiere jubilar.

El miércoles 23 de octubre ambos se reencontraron en el Teatro Argentino de La Plata en un acto por el 47° aniversario de Abuelas de Plaza de Mayo. Protagonizaron un saludo frío, casi helado. No se hablaron, no se miraron. Como una pareja separada en malos términos, se sentaron con una interlocutora en el medio: Estela de Carlotto. La titular de Abuelas describió el encuentro algunas horas después: “Una frialdad bárbara, no se hablaron, parecían chicos”.

Luego de varias semanas de una disputa milimétrica con el “Gitano” Quintela por la conducción del partido, el miércoles 11 de diciembre CFK asumió la presidencia del PJ Nacional con un acto en la UMET. El día anterior el senador formoseño José Mayans -uno de los vicepresidentes del partido - llamó a Kicillof para invitarlo al acto. El Gobernador rechazó la invitación y adujo problemas de agenda.

El episodio final de la línea del tiempo tuvo lugar el lunes 7 de abril del 2025. Tras dos reuniones de cúpula para intentar llegar a un acuerdo, Kicillof decidió desdoblar las elecciones bonaerenses y el cristinismo lo acusó de fracturar el espacio político. El kirchnerismo se quebró. Esa misma noche, a través de las redes sociales, los dirigentes camporistas reflotaron la canción de Atenas. “Cristrina es la conducción, vamos a ver si se entiende”.

Kicillof tiene el desafío de conservar el capital político obtenido hasta acá después de múltiples momentos de tensión pero, al mismo tiempo, tiene la necesidad de armar una estrategia electoral sólida y que sea competetiva. Ya negocia desde otro lugar, pero la ruptura total no parece ser el mejor camino. Todos saben que, de esa forma, los riesgos de perder son muy altos.

Que el cristinismo acepte dar de baja las PASO en la Legislatura sería una señal de acercamiento a Kicillof. Un gesto para retomar la búsqueda de un acuerdo. Si el diálogo se tensa cada vez más, la posibilidad de que haya competencia interna comenzará a tomar fuerza. Las dos opciones están vigentes.

Después del vendaval parece haber margen para negociar. El proceso de emancipación del Gobernbador llegó a su pico máximo. Tapar las grietas internas será una tarea difícil para todos, pero no imposible. En el peronismo siempre hay lugar para romper y pegar. Siempre y cuando cada uno entienda el lugar que ocupa.

 

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