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La médica pediatra Natalia Etcheverry cuenta su historia tras haber sufrido burnout. Los signos de alarma, la importancia de pedir ayuda y sentirse acompañada por los afectos.
Viernes 17 de Octubre de 2025
07:20 | Viernes 17 de Octubre de 2025 | La Rioja, Argentina | Fenix Multiplataforma
El síndrome de burnout se convirtió en una preocupación global en el ámbito sanitario y laboral. Diversos estudios recientes y organismos internacionales, como la Organización Mundial de la Salud (OMS), reconocen su impacto en la salud mental, la calidad asistencial y la productividad.
“El burnout representa un fenómeno complejo y multifactorial. Mientras la línea clásica lo considera una respuesta específica al estrés ocupacional, la evidencia contemporánea propone abordarlo como parte del espectro depresivo. Su impacto sobre la salud y la calidad del cuidado lo convierte en una prioridad de salud pública”, señaló Natalia Etcheverry médica especializada en Pediatría y Nutrición Infantil.
La experta sufrió burnout y, al ser consultada cómo llegó al diagnóstico, señaló: “Voy a ser totalmente sincera, yo no me daba cuenta del agotamiento mental y emocional en el que me encontraba. Mi analista con la cual llevaba algunos meses trabajando por algo que yo claramente no podía nombrar, me hablaba de tomarme una carpeta, yo le decía: ‘si no necesito, no es para tanto, me tomo unos días de vacaciones y listo’. Yo misma siendo personal de salud no quería ver”.
En cuanto a los síntomas o signos de alarma, reveló: “Empezaron siendo muy sutiles, insomnio, algo bastante frecuente hoy en toda la población, pesadillas relacionadas al hospital, a muertes de pacientes, a que todo se prendía fuego y yo corría sola. Luego se sumaron síntomas como despertares nocturnos con dolor de pecho, mialgias en los miembros (dolor muy molesto como agujas en las piernas), un cansancio extremo, que nada se explicaba con laboratorios y controles de rutina normales”.
Tras aclarar que “antes de atribuir síntomas al estrés hay que hacer la consulta y descartar otro tipo de enfermedades”, Etcheverry indicó: “Empecé a sentir desmotivación y sentirme totalmente ajena a mi trabajo, sencillamente perdí la pasión por lo que hacía. Una pregunta recurrente era ‘¿Qué hago acá?’”.
“Yo venía en análisis con mi psicóloga, pero no podía poner en palabras lo que sentía. Cuando no pude más y la angustia era tan intensa que no podía bajar del auto y entrar al trabajar, me dijo: ‘Nati necesitas ayuda de otro profesional’ y junto a una médica especialista en psiquiatría y mi psicóloga continué el tratamiento. Dos ‘hadas’ como las nombro en mi libro, que me tomaron con profesionalismo y me ayudaron a detenerme con ternura”.
Etcheverry, autora del libro “Donde arde lo que no se ve” explicó: “Como expreso en mi libro, sin duda la familia y los amigos son un pilar fundamental, también hago referencia a mis colegas porque no es problema de amor ni de vocación y porque allí donde todo quemaba, había una humanidad que me sostenía. Eran esos mismos colegas expuestos al desgaste diario de un sistema que lleva años dándonos la espalda, pero que tal vez todavía el fuego no ardía en ellos”.
“¿Cómo estoy ahora?, después de 3 meses de carpeta médica me reintegré paulatinamente y hoy, a un año, volví a mis tareas como siempre. Estoy o trato de estar desde otra posición frente al trabajo, aprendí que el perfeccionismo fue la cuerda que me ahogaba y que no puedo tener el control de todo, pero también encontré otras formas de hacer medicina: por ejemplo, escribiendo”.
Al hablar del mensaje que le gustaría dejar dijo: “En mi libro está el mensaje. Describo en primera persona con crudeza lo que significa padecer el desgaste que se transforma en padecimiento y en síntomas de enfermedad. En mi caso soy médica de un hospital pediátrico de alta complejidad, pero el mensaje llega a todas las personas, la gente que ya lo ha leído y no es del sistema de salud, puede atravesar ese pasillo de la portada y sentirse identificado con su realidad”
“También dejo ver el lado B: médicos que lloramos, que nos quebramos ante el dolor ajeno, que ardemos ante las injusticias. Quiero dejar un mensaje claro: soy médica desde el año 2002, pasaron centenares de políticos, ninguno solucionó la terrible realidad del sistema de salud, lo vamos viendo apagarse lentamente, hospitales vacíos, médicos con sueldos que rozan la línea de pobreza, ninguneados después de años de estudio y formación, nunca escuchados. Nadie piensa en la salud de quienes cuidan. Soy paciente también y temo por mi salud y la de mi familia, por llegar a un guardia y encontrar un cartel: ‘no hay médicos de guardia’“, dijo.
Finalmente, la especialista dejó un mensaje: “A veces no hace falta tocar fondo. A veces, el cuerpo susurra mucho antes gritar. Y si aprendemos a escuchar esos susurros, tal vez podamos cambiar el rumbo. Frenar no es fallar. Pedir ayuda no es debilidad. Detenerse a tiempo es coraje”.
En su libro “Donde arde lo que no se ve” la autora convierte su experiencia de agotamiento, trauma y sanación en una obra de reparación y conciencia colectiva: un relato íntimo que se vuelve espejo para otros. Está dividido en cuatro partes y varios interludios oníricos, que funcionan como pausas simbólicas o puentes entre la realidad y el inconsciente. Esa alternancia entre lo real y lo soñado permite que el relato se lea tanto en clave de crónica personal como en clave poética y psicológica.
En la primera parte (Lo que ardía en silencio) hay una introducción del conflicto. El cuerpo comienza a hablar y la autora toma conciencia del fuego interno que se venía gestando, mientras que en la segunda (La grieta) habla de que lo que parecía fortaleza se quiebra, en la tercera (La caída y la tregua) la autora habla de colapso y licencia: el cuerpo y la mente se detienen y comienza la sanación. Ya en la cuarta parte, indica Lo que queda después del fuego: regreso, reconstrucción y sentido.
La autora transforma su experiencia clínica y emocional en palabra poética. “Contar también es sanar”, escribe, y esa frase resume la intención profunda de la obra. En el libro, Etcheverry convierte el dolor en relato y el relato en conciencia y no es solo una historia personal: es un acto colectivo de empatía y resistencia.
“Después del fuego, algo vuelve a crecer”, la frase final resume su propósito: mostrar que del desgaste puede nacer una forma más humana y más consciente de cuidar.
Los síntomas y la ayuda profesional
La importancia de los afectos
Su libro nacido de una vivencia personal de burnout
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